Introducción
Ya en los últimos tiempos de su ministerio terrenal, Jesús se enfrenta a Pilato, quien le dice: «¿No vas a responder? ¡Mira de cuántas cosas te acusan!» (Marcos 15.4).
Si bien los enemigos de Jesús lo acusaban de una serie de cosas —todas falsas—, nunca pudieron concretar nada legítimo contra él. Sus enemigos quedaban frustrados o admirados, y solo podían decir: «¡Nunca antes alguien ha hablado como este hombre!» (Juan 7.46).
Sin embargo, hay tres acusaciones que Jesús nunca negó.
- Que quebrantaba el sábado (Juan 5.16)
- Jesús rompió con las fórmulas vacías. La religión exterior es impotente para salvar (Mateo 12.1-8).
- Cristo quebró el símbolo y puso en su lugar la realidad (Juan 7.37-39). Jesús no buscaba hacer religiosos, sino hombres nuevos, que impactaran con sus vidas las vidas de los demás.
- Que se hacía igual a Dios (Juan 5.18)
- Jesús sabía que no necesitamos reformas exteriores, sino intervención divina.
- Cristo reúne dos condiciones exclusivas
- Hijo de hombre – Solo él puede comprendernos
- Hijo de Dios – Solo él puede comprender a Dios y salvarnos.
- Es Dios, porque solo Dios puede llevarnos a Dios. Él es el único mediador entre Dios y los hombres… solo Dios puede ser el verdadero mediador.
- Que amaba a los pecadores (Lucas 15.1-7)
- Sin dudas, esta fue la «acusación» más gloriosa: «¡Que amaba!».
- Hay tres razones de su amor:
- Su naturaleza es amar
- Nosotros necesitamos ser amados
- Su amor tiene un poder transformador
- Con respecto a su amor, podemos colocarnos en dos posiciones:
- Los que lo acusan por AMAR
- Los que se gozan de SU AMOR
Conclusión
Las acusaciones que le hacían al Señor son sus gloriosas credenciales:
- Quita la ley, para que vivamos por gracia.
- Siendo Dios se hizo hombre por nosotros… de esa manera nos lleva a Dios.
- Nos amó hasta la muerte, y muerte de cruz. Nos amó con amor eterno y hasta las últimas consecuencias.