Mateo 4.1─11
Introducción
Hay una estrecha relación entre el bautismo de Jesús en el Jordán y su tentación en el desierto. El Señor fue llevado por el Espíritu PARA QUE se sometiera a una serie de tentaciones.
La epístola a los Hebreos afirma con toda claridad que era absolutamente necesario que nuestro Señor padeciera lo mismo que nosotros a fin de que sea semejante a nosotros (Heb 2.17, 18).
En el bautismo, El Espíritu Santo descendió sobre Jesús y lo llenó de poder (Hch 10.38).
El hecho de que Jesús haya triunfado sobre la tentación significa que hay esperanza para la raza humana.
Si nuestra vida también se mantiene llena del Espíritu Santo, también podremos resistir los ataques del diablo.
Fortalecido por la presencia del Espíritu (Lc 4.1, 2)
«Jesús volvió del Jordán lleno del Espíritu Santo…». Estas palabras demuestran que el Jordán y el desierto son dos situaciones perfectamente alineadas y preparadas por el Padre.
Hay quienes piensan que las tentaciones son siempre preparadas por Satanás, pero esta, ¿quién la preparó? La iniciativa fue de Dios, no del enemigo.; aunque Dios haya usado al diablo como parte de su plan… ¡como siempre!
También es interesante notar que no fue Jesús quien buscó la tentación para juguetear con ella, sino que simplemente obedeció la voz del Espíritu. Lo suyo no fue pura presunción. El hecho de que Jesús debía ser fuertemente tentado, justo antes de su vida pública, indica que formaba parte de su preparación.
Hay un hecho que sobresale en el relato de la tentación de Jesús, y es que él estaba lleno del Espíritu Santo. Es la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida la que hace posible que tengamos victoria sobre la tentación. Pero no es algo estático, ni inerte, sino que es un poder en constante movimiento. Necesitamos ser —y permanecer— llenos del Espíritu Santo.
La victoria obtenida por medio de la Palabra de Dios (Mt 4.3─11)
¿Cuál habrá sido el estado físico y mental de Jesús después de 40 días de ayuno?
La conversión de piedras en pan (Mt 4.3, 4)
El primer encuentro presenta al diablo pidiéndole a Jesús que convierta las piedras en pan.
¿En qué sentido fue una verdadera tentación?
El pan en sí mismo no es malo. Tampoco era mala la transformación (Jesús, más adelante, transformaría el agua en vino en las boda de Caná; y también multiplicaría comida dos veces, a falta de una).
Pero en este momento, el Señor no había recibido ninguna indicación desde lo alto para saciar su hambre convirtiendo las piedras en pan.
Hubiera sino un error usar su condición de Hijo de Dios para obedecer a Satanás.
Él debía esperar indicaciones y provisiones de parte de su Padre, como siempre lo hacía (Jn 8.28, 29).
Jesús se negó a realizar un milagro que no partiera de la misma voluntad del Padre.
La tentación del riesgo físico (Mt 4.5, 6) Esta muestra del diablo era, evidentemente, una imagen mental, pues Satanás no tenía ningún poder sobre el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo. El pináculo del templo era el techo del templo que construyó Herodes, desde donde se podía ver toda la ciudad. En esta ocasión, el diablo tienta a Jesús para que desafíe a Dios, pues lo incita a tomar un riesgo innecesario. Esto apuntaba a que Jesús buscara la gloria y la popularidad humanas a través de un hecho portentoso. En lugar de eso, muchas veces vemos en la vida de Jesús que ordenaba que no se contaran los milagros que hacía. En esta ocasión vemos que el mismo diablo cita las Escrituras para tentar a Jesús; aunque lo hace con trampas, pues «olvida» mencionar 7 palabras: «Que te guarden en todos tus caminos…». El diablo también conoce y usa las Escrituras, aunque lo hace para llevar a cabo sus planes diabólicos.
Los reinos del mundo (Mt 4.7─9) Evidentemente, esto fue otra visión mental que utilizó Satanás, pues no existe en el mundo un monte alto desde donde se puedan ver todos los reinos del mundo. Satanás trató de impresionar a Jesús con el ofrecimiento de toda la riqueza y el poder del mundo. Es interesante la palabra que se traduce por «poder» en nuestras Biblias. Proviene del griego «exousía». Esta palabra se usa únicamente en relación a personas. Significa el poder de actuación que se ejercita o puede ejercitarse bajo circunstancias dadas, debido a la posición dentro de un ordene determinado. Es decir, es un poder que se posee, pero que no es otra cosa que un poder cedido por el que verdaderamente lo ostenta. Hay otra palabra en el griego para «poder», y es «dúnamis», que se usa para denotar aquellos que tienen poder por lo que en verdad son, y no porque haya alguien que haya puesto poder sobre ellos. Con esto, Satanás quería decir: «Tengo tanto poder que me es propio que si me adoras te daré parte de mi poder, para que puedas ejercitarlo con mi permiso».
Satanás solo podía ofrecer un reino esplendoroso por fuera y corrompido por dentro. Si Jesús hubiera aceptado, admitiría la autoridad de Satanás. Parecía ser una buen oportunidad para que Jesús evitara los sufrimientos que le esperaban, y el Calvario. Pues nuevamente el Señor respondió que no, pues ¡la adoración es solo para Dios! Ahora bien, es importante notar que Jesús respondió las tres veces de la misma manera: «Escrito está». Con esto, Jesús nos está diciendo que Dios proporciona dirección cotidiana todos sus hijos a través de su Palabra. Jesús derrotó a Satanás confiando plenamente en la Palabra de Dios. Tratar de derrotar al diablo confiando en nuestros propios medios sería caer derrotados. En cambio, cuando descansamos en la Palabra de Dios, la batalla es de Dios y la victoria es segura. Adán y Eva no confiaron en la Palabra de Dios y cayeron; Jesús, por medio de la Palabra, no solo venció las tentaciones del diablo, sino que nos muestra el camino para que nosotros también podamos hacerlo.
Conclusión:
Podemos reducir todo esto a dos lecciones importantes:
El primer paso para vencer la tentación es ser —y permanecer— llenos del Espíritu Santo.
El segundo paso imprescindible es conocer y utilizar la Palabra de Dios sabiamente, a fin de resistir al enemigo.