«En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él.» (Eclesiastés 7.14).
Un desprendimiento de tierra, nieve y piedras los tomó por sorpresa mientras cenaban. El grupo de especialistas, integrado por cuatro guardabosques, dos guías de turismo y una investigadora, se encontraba dentro del refugio, a 2.900 metros de altura sobre la ladera del Aconcagua (la montaña más alta del continente americano).
Al llegar al sitio del accidente, los rescatistas observaron cómo había quedado la vivienda y se prepararon para lo peor. Sin embargo, ¡ninguno de los siete ocupantes había perdido la vida! Solo habían sufrido golpes intensos y algunos rasguños, pero nada de gravedad.
¡La vida es una «caja de sorpresas»!
Todos intentamos vivir de la mejor manera, tomar recaudos para asegurar nuestra supervivencia, cuidar nuestra salud, atender a nuestra familia. Está muy bien y así debería ser siempre. Sin embargo, hay hechos que nadie puede predecir y que ocurren de un momento para el otro. ¿Qué hacer entonces?
Por un lado debemos considerar que lo inesperado es parte de la vida. Y por otro, tener la actitud correcta cuando algo así suceda. ¿Qué actitud? Buscar a Dios mediante la oración y la lectura de la Biblia, depender de sus fuerzas para enfrentar todo tipo de experiencias y aprender de ellas a fin de crecer como personas.
Disfrutemos los tiempos de tranquilidad y cultivemos la paz interior cuando suceda algo que no esperábamos.
Sumérgete: Cuando ocurran cosas inesperadas, no nos quejemos ni bajemos los brazos. Como seguidores de Jesús, recordemos que nuestra vida está en sus manos y que nadie podrá separarnos de su amor. ¡Él está a nuestro lado en todo momento!