Los Diez Mandamientos (2-4)

Los Diez Mandamientos (2-4)

En esta segunda entrega, comenzaremos a analizar los Diez Mandamientos. Es nuestro pedido a Dios que este estudio sea el trampolín para que muchos cristianos estudien, memoricen y obedezcan los Diez Mandamientos.
Al estudiarlos, recordemos que los Diez Mandamientos revelan el carácter de Dios, y establecen el estándar de justicia que debemos seguir sus hijos

1. No tendrás dioses ajenos delante de mí

Este mandamiento es fundamental y establece la exclusividad del culto y la adoración al único Dios verdadero. Podríamos resumirlo como darle preferencia a Dios por sobre todo lo demás y reconocer: «¡Aparte del Señor, no hay otro Dios!» (2 Samuel 22.32). Cuando Elías tuvo un encuentro con los profetas de Baal, el Señor actuó poderosamente, y como respuesta, el pueblo reconoció: «¡El Señor es Dios, el Señor es Dios!» (1 Reyes 18.39).Para comprenderlo mejor, veamos los puntos salientes de este primer mandamiento:

  1. A través de este mandamiento, afirmamos que solo hay un Dios y que solo a él se debe rendir culto. Esto implica que los creyentes debemos rechazar cualquier forma de politeísmo o adoración a dioses falsos.
  2. Asimismo, este mandamiento prohíbe adorar a otros dioses además del Dios verdadero. Los creyentes estamos llamados a rendir culto y devoción únicamente al Dios de la Biblia.
  3. .También vemos que el mandamiento establece que Dios debe ocupar el primer lugar en la vida de las personas. No debe haber ningún otro dios, ídolo o cosa que tenga preeminencia sobre el Dios verdadero
  4. Todo esto debe provocar en nosotros lealtad y fidelidad. El mandamiento exige una lealtad inquebrantable hacia Dios. Los creyentes debemos comprometernos a servir, obedecer y amar a Dios con todo nuestro ser, reconociendo su soberanía y autoridad

Hay cosas muy especiales que amamos, que buscamos, que deseamos—que no son Dios—y, al encontrarlas, nos entregamos por completo a ellas y, en un sentido, a adorarlas, porque estas sustituyen al verdadero Dios y llegan a ser adoradas en lugar del único digno de adoración, que es Dios mismo. Sin duda, un ídolo o un dios también puede ser algo material, algo que capta todo nuestro interés, que ocupa nuestro pensamiento , y que llega a ser nuestra razón de vivir, cosa sin la cual creemos que no podemos ser felices, y que «adoramos» y servimos con nuestro tiempo, dinero y corazón. Dice Pablo en el Areópago: «Puesto que somos linaje de Dios, no podemos pensar que la Divinidad se asemeje al oro o a la plata, o a la piedra o a esculturas artísticas, ni que procedan de la imaginación humana»(Hechos 17.29). En definitiva, un ídolo es algo que sustituye a Dios.

Este primer mandamiento sienta las bases para la fe y la relación entre Dios y sus hijos, estableciendo la importancia de una fe exclusiva, el rechazo a la idolatría y la adoración a un Dios único y supremo, y nos insta a declarar junto a Salomón: «Señor y Dios de Israel, no hay en los cielos ni en la tierra otro Dios como tú» (1 Reyes 8.23).

Al obedecer los Diez Mandamientos mostramos nuestro amor a Dios, asícomo nuestro compromiso de vivir de acuerdo a su voluntad.

Recordamos la siguiente frase de A. W. Tozer: «El diablo está feliz cuando decimos que creemos y después priorizamos todo en nuestra vida delante de Dios». Dios debe estar en el primer lugar de nuestra mente y corazón.

2. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra

En el primer mandamientos e nos prohíbe adorar a un dios falso; en este mandamiento, se nos prohíbe adorar al Dios verdadero de una manera falsa. El problema reside en que a veces adoramos a Dios de la manera en que nosotros creemos que debe hacerse, y no de la manera en que Dios enseña que debe hacerse. Sin entrar en detalles de por qué sucedió así, en el primer libro de la Biblia aprendemos que hay una manera adecuada de adorar a Dios y una manera inadecuada. «Y el Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda, pero no miró con agrado a Caín ni a su ofrenda»(Génesis 4.4-5). Hay una manera correcta de adorar a Dios y una manera incorrecta. Este mandamiento nos ordena hacerlo de la manera correcta. Lo mismo vemos respecto al sacrificio de Nadab y Abiú, hijos del sumo sacerdote Aarón «ofrecieron delante del Señor un fuego extraño, que él nunca les mandó ofrecer… y murieron delante del Señor» (Levítico 10.1-2).El concepto falso que tenían de Dios y de lo que él demandaba los llevó a adorar de una manera equivocada, y eso causó su muerte.

  1. Este mandamiento prohíbe taxativamente hacer cualquier tipo de imagen o representación de lo divino, ya sea en forma de ídolos ,estatuas o cualquier objeto material. Esta prohibición busca evitar que se establezcan representaciones visuales de Dios o deidades falsas. Además, es claro que Dios es una esencia espiritual y, al ser un Espíritu, es invisible. «Dios es Espíritu; y es necesario que los que lo adoran, lo adoren en espíritu y en verdad» (Juan 4.24).
  2. Por otro lado, este mandamiento rechaza de cuajo la adoración de ídolos; prohíbe adorar o inclinarse ante cualquier imagen o ídolo. Los creyentes debemos dirigir nuestra adoración y devoción únicamente a Dios, evitando cualquier forma de idolatría.
  3. Asimismo, este mandamiento pone el énfasis y reafirma la unicidad de Dios y su exclusividad como objeto de adoración. No hay otro ser, objeto o cosa que deba ser adorado o venerado en lugar de Dios.
  4. Además, Dios se describe como celoso, y advierte que tendrá en cuenta la maldad de aquellos que adoran ídolos odios es falsos. Al mismo tiempo, promete mostrar misericordia para aquellos que lo aman y guardan sus mandamientos.
  5. Por último, debemos señalar que este mandamiento destaca que la adoración a Dios debe ser espiritual y no basada en imágenes materiales. Los creyentes deben centrarse en una relación espiritual con Dios, basada en la fe y la obediencia, en lugar de buscar a Dios através de representaciones visuales.

El segundo mandamiento refuerza el rechazo a la idolatría y subraya la importancia de una adoración espiritual y exclusiva hacia Dios. También establece las consecuencias de adorar ídolos y la promesa de misericordia para aquellos que aman y obedecen a Dios. Las palabras del profeta Habacuc vienen en nuestra ayuda, como corolario de los dos mandamientos primeros: «¿De qué sirve la escultura que hace el escultor?¿De qué sirve la estatua fundida, maestra de mentira, obra en la que pone su confianza el que hace imágenes mudas? ¡Ay del que pide al palo que despierte, y que a la piedra muda le pide levantarse!…¡Sus imágenes están recubiertas de oro y plata, y no hay en ellas ningún hálito de vida. Pero el Señor está en su santo templo. ¡Que calle delante de él toda la tierra!» (Habacuc 2.18-20). No olvidemos, servimos a lo que adoramos

3. No tomarás en vano el nombre del Señor tu Dios, porque yo, el Señor, no consideraré inocente al que tome en vano mi nombre

El Catecismo de Westminster dice: «El tercer mandamiento exige usar santa y reverentemente los nombres, los títulos, los atributos, las ordenanzas, la palabra y las obras de Dios». Lo que aquí se insiste es que se debe tener mucho cuidado respecto a que el santo y venerable nombre de Dios no sea profanado por nosotros ni tomado en vano. En el capítulo 28 de Deuteronomio, el Señor menciona las bendiciones que recibirán aquellos que respetan la ley, y las maldiciones que recibirán aquellos que no lo hacen. Casi al final de la lista de maldiciones, dice: «Si no tienes cuidado de poner por obra todas las palabras de esta ley escritas en este libro, ni temes ese nombre glorioso y temible: EL SEÑOR TU DIOS, entonces el Señor aumentará en gran manera tus plagas y las plagas de tu descendencia…» (Deuteronomio 28.58-59). El Señor no tendrá por inocente a quien use su nombre en vano. Por el contrario, dice el salmista: «¡Rindan al Señor…la gloria digna de su nombre!» (Salmos 29.1-2).

  1. Este mandamiento reclama respeto y reverencia hacia el nombre de Dios. No debemos utilizar el nombre de Dios de manera frívola, irrespetuosa o vacía de significado. No debemos usar el nombre de Dios de forma superficial, falsa o engañosa. Se trata de evitar utilizar el nombre de Dios de manera irresponsable o para fines egoístas o maliciosos.
  2. Cuando profesamos el nombre de Dios, pero no vivimos en correspondencia delo que profesamos, tomamos el nombre de Dios en vano. Dice Pablo a uno de sus discípulos: «Dicen conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan…» (Tit 1.16). También nos advierte el apóstol en su carta a la iglesia de Roma que ponernos la máscara de cristianos, pero no vivir de acuerdo a los mandamientos de Dios es una afrenta a su nombre, que tiene una consecuencia directa: «Por causa de ustedes el nombre de Dios es blasfemado entre los paganos» (Romanos 2.24).
  3. Este mandamiento también implica la responsabilidad de santificar el nombre de Dios, es decir, honrarlo y tratarlo con santidad, lo que implica reconocer la grandeza, la trascendencia y la santidad del nombre divino.
  4. Tomamos el nombre de Dios en vano cuando usamos el nombre de Dios en un discurso ocioso. No se debe hablar de él, sino con un santo temor en nuestros corazones. No debemos hacer chistes que involucren el nombre de Dios—en ninguna de sus tres Personas—, ni festejarlos, y mucho menos pasarlos a otros. ¡A veces no tenemos en cuenta de quién estamos hablando! Mencionar el nombre de Dios es un asunto serio, y nunca debemos tomarlo livianamente.
  5. En vano tomamos el nombre de Dios cuando lo adoramos con nuestros labios, pero no con nuestro corazón. Cuando parecemos adorar a Dios, pero apartamos nuestro corazón de él, tomamos su nombre en vano. Dice Jesús: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí» (Mateo 15.8).
  6. Es importante remarcar que el mandamiento advierte que Dios no considerará inocentes a aquellos que toman su nombre en vano. Esto implica que hay una responsabilidad y una rendición de cuentas por el uso inapropiado o irrespetuoso del nombre de Dios.
  7. Asimismo, este mandamiento implica un compromiso con la integridad, pues nos llama a ser personas de integridad y a honrar nuestros compromisos y juramentos realizados en el nombre de Dios. Como cristianos, debemos ser conscientes de la seriedad y la importancia de nuestras palabras y promesas.

Antes de concluir la reflexión del tercer mandamiento, será bueno recordarlas palabras de John Wesley, fundador de la iglesia metodista, que dijo:

Primero, tomamos el nombre de Dios en vano cuando hipócritamente hacemos uso de él, pero no vivimos de acuerdo a lo que él nos pide. Segundo, quebrantamos el mandamiento cuando hacemos una promesa a Dios y no la cumplimos. Tercero, cuando blasfemamos oponemos en nuestros labios el nombre de Dios sin tener que hacerlo o con mal propósito, tomamos su nombre en vano. Cuarto, lo usamos vanamente cuando hacemos un juramento cualquiera, usando el nombre de Dios, cosa que muchos piensan que es la intención principal de este mandamiento. Quinto, cuando usamos el nombre de Dios liviana o descuidadamente también quebrantamos el mandamiento. Podemos decir que el tercer mandamiento establece la importancia de tratar el nombre de Dios con reverencia y respeto, evitando su uso en vano o de manera irrespetuosa. También nos llama a vivir con integridad y honrar nuestros compromisos hechos en el nombre de Dios. El nombre de Dios representa todo lo que Dios es. Cuando después de su encuentro con Jesús Saulo de Tarso es llevado a Damasco, un discípulo llamado Ananías recibe la tarea de encontrarse con el perseguidor más severo de la iglesia. Cuando Ananías expresa su temor de hacer eso, el Señor le dice: «Ve allá, porque él es para mí un instrumento escogido. Él va a llevar mi nombre a las naciones, a los reyes y a los hijos de Israel. Yo le voy a mostrar todo lo que tiene que sufrir por causa de mi nombre» (Hechos 9.15-16). No es un juego tratar de forma irrespetuosa el nombre de Dios. En la siguiente entrega, comenzaremos con el análisis del cuarto mandamiento.

Serie ‘Los diez mandamientos’:

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