El apóstol Pablo y otros autores del Nuevo Testamento advierten acerca de los falsos maestros, que promovían enseñanzas erróneas o contrarias a la verdadera fe cristiana. Aquellos eran tiempos difíciles. El cristianismo había irrumpido la vida religiosa, y había muchos que de una manera u otra se oponían. En su carta a los Colosenses, por ejemplo, Pablo refuta enseñanzas que era diseminadas en aquellos tiempos por parte de los gnósticos.
Otro ejemplo, surge de 2 Corintios 11.13, Pablo habla de «falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo». Estos falsos maestros se presentaban como líderes espirituales, pero propagaban un mensaje distorsionado o herético, que fácilmente podría parecer genuino.
Asimismo, en la epístola a los Gálatas, Pablo se dirige a quienes estaban enseñando un evangelio diferente al que él había predicado. Los falsos maestros en este contexto promovían la justificación por la observancia de la ley judía, en lugar de la justificación por la fe en Jesucristo.
Por otro lado, en 2 Pedro 2:1-3, el apóstol Pedro también habla de falsos profetas y falsos maestros que surgirían entre los creyentes y propagarían herejías destructivas. Estos falsos maestros negarían, incluso, al Señor que los compró, introduciendo así enseñanzas dañinas y poniendo en peligro la fe de otros.
Vemos algo similar en los escritos de Juan. En su primera epístola, se menciona al «espíritu del anticristo», que ya estaba presente en ese momento y que negaban la venida de Jesucristo en carne (1 Jn 4.2-3). Estos falsos maestros promovían enseñanzas que contradecían la doctrina central del cristianismo sobre la encarnación de Jesús.
Si bien hay otros pasajes que advierten sobre los falsos maestros, los mencionados son suficientes para estar alerta acerca de ellos.
Es importante tener en cuenta que, aunque se mencionen estas advertencias sobre falsos maestros en el Nuevo Testamento, no se proporcionan nombres específicos de personas o grupos. No era importante. La preocupación principal de los escritores del Nuevo Testamento era advertir a los creyentes sobre las enseñanzas falsas y alentarlos a mantenerse fieles a la verdad de Cristo.
Ahora bien, ¿deben los cristianos del siglo xxi preocuparse de los falsos maestros, profetas o apóstoles? ¡Claro que sí! Veamos algunas características de los falsos maestros, que podríamos encontrar en nuestro tiempo.
Las enseñanzas de los falsos maestros podían variar, pero, generalmente, se caracterizaban por lo siguiente:
- Negación de la divinidad de Jesús: algunos falsos maestros negaban la deidad de Jesucristo, afirmando que era simplemente un hombre o un profeta, y no el Hijo de Dios encarnado (1 Jn 2.22).
- Enseñanzas contrarias al evangelio de la gracia: algunos falsos maestros predicaban una forma distorsionada de salvación basada en obras o rituales externos, en lugar de la salvación por gracia a través de la fe en Jesucristo (Gál 1.6-9).
- Legalismo y normas humanas: otros falsos maestros buscaban imponer reglas y regulaciones humanas como requisitos para la salvación o para el crecimiento espiritual, enfocándose más en la observancia externa de la ley, que en el corazón y la relación con Dios (Col 2.20-23).
- Enseñanzas engañosas y filosofías vanas: algunos falsos maestros promovían ideas filosóficas y enseñanzas engañosas, que se apartaban de la verdad bíblica, introduciendo conceptos que contradicen la sana doctrina (Col 2.8).
- Avaricia y enseñanzas mercantiles: algunos falsos maestros utilizaban la religión como un medio para obtener ganancias materiales, aprovechándose de la generosidad de las personas y manipulándolas con fines económicos (1 Tim 6.5; 2 P 2.3).
- Inmoralidad y libertinaje: algunos falsos maestros promovían un estilo de vida inmoral y licencioso, distorsionando la gracia de Dios como una excusa para vivir en pecado (2 P 2.18-19; Jud 1.4).
Algunos elementos falsos que podemos encontrar hoy en día
- Enseñanzas erróneas: los falsos maestros difunden doctrinas falsas y engañosas que contradicen la verdad revelada en la Palabra de Dios (2 P 2.1).
- Distorsión de la verdad: manipulan y tergiversan la Palabra de Dios, para acomodarla a sus propios intereses y engañar a otros (2 P 3.16).
- Motivados por la avaricia: buscan beneficio personal y explotan a las personas con fines económicos. Utilizan su posición para obtener ganancias indebidas (Tit 1.11; 2 P 2.3).
- Vida inmoral: viven de manera deshonesta y pecaminosa, contradiciendo su propio mensaje. Su estilo de vida no está en línea con los principios bíblicos que enseñan (2 P 2.14-15; Jud 1.4-8).
- Engañan a otros: utilizan tácticas manipuladoras y engañan a las personas, para que sigan su enseñanza falsa (Mt 24.11; 2 P 2.18-19).
- Causan divisiones y discordia: promueven divisiones y disensiones dentro de la iglesia, alejando a las personas de la unidad y la verdad (Rom 16.17-18; Jud 1.19).
- Falta de fruto espiritual: su vida y enseñanza no producen el fruto del Espíritu, como el amor, la paz, la bondad o la templanza (Mt 7.15-20).
Es importante estar alerta y evaluar a las enseñanzas y a los maestros a la luz de la Palabra de Dios, para no ser engañados por falsos maestros y proteger nuestra fe.
Cómo estar alerta y protegidos contra los falsos maestros
- Estudia diligentemente la Palabra de Dios: familiarízate con la verdad bíblica. Lee y estudia la Biblia regularmente para conocer las enseñanzas de Jesús y los apóstoles. Esto te dará un fundamento sólido para discernir la verdad del error (2 Tim 2.15; Hch 17.11).
- Busca la guía del Espíritu Santo: pide la dirección y la sabiduría del Espíritu Santo, para discernir entre la verdad y el error. El Espíritu Santo es nuestro Maestro interior, que nos guía a toda verdad, y nos capacita para discernir entre la verdad y el error (1 Cor 2.12-13; 1 Jn 2.20, 27).
- Examina las enseñanzas a la luz de la Biblia: no aceptes ciegamente lo que se te enseña. Examina cuidadosamente las enseñanzas a la luz de la Palabra de Dios. Comprueba si están en línea con la enseñanza de Jesús y los principios bíblicos (1 Ts 5.21; 1 Jn 4.1).
- Presta atención a las señales de advertencia: está alerta y observa las señales de advertencia, que pueden indicar la presencia de un falso maestro. Estas señales pueden incluir enseñanzas contrarias a la Biblia, énfasis excesivo en el dinero o el poder, manipulación emocional o coerción, y un estilo de vida inconsistente con las enseñanzas bíblicas. Debemos cuidar nuestros corazones y estar alertas ante las influencias engañosas y las enseñanzas falsas que puedan comprometer nuestra fe (Pro 4.23; 1 P 5.8).
- Busca el consejo de líderes espirituales maduros: si tienes dudas o inquietudes acerca de las enseñanzas de alguien, busca el consejo de líderes espirituales maduros y de confianza en tu comunidad de fe. Ellos pueden brindarte discernimiento y orientación adicional (Tit 1.9; Heb 13.7).
- Ora por discernimiento: pide a Dios que te dé discernimiento, para reconocer a los falsos maestros y protegerte de su influencia engañosa. Dios es fiel y responderá a tu búsqueda sincera de la verdad. A través de la oración y la comunión constante con Dios, podemos obtener discernimiento y dirección divina, para distinguir entre la verdad y el engaño (Sal 25.4-5; Stg 1.5).
Recuerda que estar alerta y discernir la verdad es un proceso continuo. Permanece arraigado a la Palabra de Dios y en una relación personal con Jesús, y confía en que él te guiará y te protegerá de los falsos maestros.
Por último, como contrapeso respecto a los falsos maestros, la Biblia habla respecto a estar firmemente arraigados a la doctrina de los profetas y los apóstoles, que significa adherirse fielmente a las enseñanzas y principios establecidos en la Biblia por los profetas del Antiguo Testamento y los apóstoles del Nuevo Testamento. Esto implica creer y vivir de acuerdo con la verdad revelada en las Escrituras, sin añadir ni quitar nada.
Aquí hay algunos ejemplos de lo que significa estar arraigados en la doctrina de los profetas y los apóstoles:
- Creer en la inspiración divina de las Escrituras: reconocer que la Biblia es la Palabra de Dios, escrita por hombres inspirados por el Espíritu Santo (2 Ti 3.16; 2 P 1.21).
- Creer en la salvación solo por la gracia a través de la fe en Jesucristo: reconocer que somos salvos solo por la gracia de Dios, no por obras, y que la fe en Jesucristo es el medio por el cual accedemos a esta salvación (Jn 14.6; Ef 2.8-9).
- Creer en la divinidad y la obra redentora de Jesucristo: reconocer que Jesús es el Hijo de Dios, completamente Dios y completamente hombre, quien murió en la cruz por nuestros pecados, resucitó al tercer día y volverá en triunfo (Jn 1.1, 14; 1 Cor 15.3-4).
- Creer en la existencia de un Dios trino: reconocer que hay un solo Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo (Mt 28.19; 2 Cor 13.14).
- Vivir en santidad y obediencia a los mandamientos de Dios: seguir los principios morales y éticos enseñados en las Escrituras y buscar una vida de santidad, reflejando el carácter de Cristo (Jn 14.15; 1 P 1.15-16).
- Participar en la comunión y el discipulado dentro de la iglesia: ser parte de una comunidad de creyentes, participar en la adoración, la enseñanza bíblica, la comunión de los santos y el discipulado mutuo (Hch 2.42-47; Heb 10.24-25).
Estos son solo algunos ejemplos de cómo estar arraigados en la doctrina de los profetas y los apóstoles, que implica creer y vivir de acuerdo con las enseñanzas fundamentales de la fe cristiana tal como se encuentran en las Sagradas Escrituras. Al vivir de acuerdo a estas verdades, uno se mantiene fiel a la sana doctrina y evita desviarse hacia enseñanzas falsas o engañosas. Que el Señor nos ayude a hacerlo, para su gloria y honra.