Con toda sinceridad, no creo que haga falta explicar por qué es importante memorizar las Escrituras. Sin embargo, antes de compartir algunos consejos para hacerlo, permítanme recordarles algunos elementos sobre el tema.
El ejemplo de Jesús
Es evidente, a través de los relatos de la vida de Jesús, que él había memorizado las Escrituras. Veamos solo un ejemplo. Cuando el diablo lo tentó, incluso citando las Escrituras —aunque en forma incompleta—, el Señor Jesús le respondió siempre empezando con la frase: «Escrito está». Es obvio que cuando Jesús citó esos textos no tenía los rollos del Antiguo Testamento a su alcance, por lo tanto, recitaba de memoria. Entonces, si nuestro Señor y Salvador memorizaba las Escrituras, ¿no es claro que nosotros también tenemos que memorizarlas?
Nuestro propio ejemplo
¿Cuántas veces necesitamos recordar algún versículo bíblico y no podemos hacerlo? Quizás en medio de una conversación con alguien que está pasando un mal momento y precisa del consuelo que únicamente puede venir de Dios y su Palabra. Quizá cuando pasamos algún momento de peligro y queremos recordar los versículos que hablan de la protección de Dios, y no lo logramos. Quizá al compartir el evangelio sin tener una Biblia a mano y no encontramos en nuestra mente los textos bíblicos necesarios para responder con sabiduría.
Siempre digo que si bien el Espíritu Santo viene en nuestra ayuda, debemos darle herramientas con qué actuar a través de nosotros. Es decir, tener en nuestra memoria versículos bíblicos almacenados para que él nos ayude a recordarlos y utilizarlos rápidamente.
Cierta vez, un amigo me contó que cuando lo llevaban a la sala de cirugía por una operación de urgencia y de sumo riesgo, él recordaba y recitaba de memoria las palabras del Salmo 23, que fueron como un bálsamo para su alma angustiada.
En 1988 Dustin Hoffman protagonizó la afamada película «Rain Man», que está basada en la vida del autista Kim Peek, quien recuerda de memoria más de 10.000 libros. Cierta vez, Peek asistió a la presentación de la obra Twelfth Night de William Shakespeare. Cuando la obra ya estaba a punto de terminar, Peek se puso de pie y en voz bien alta dijo: «¡Tienes que parar! ¡Detente! ¡Detente!»; el actor había omitido decir la segunda línea del último verso de la obra. Descubierto su error, el actor pidió disculpas y dijo: «¡Los versos son tan parecidos! ¡No pensé que fuera importante!» A lo que Peek respondió: «Fue importante para William Shakespeare, y debería ser importante para ti». Lo mismo es cierto en relación a la Biblia —las palabras de las Escrituras eran importante para Jesús, por lo tanto, deberían ser importantes para nosotros también».
Debemos hacer de la Biblia nuestra amiga inseparable y que sus palabras fluyan a través de nosotros cada vez que las necesitemos. Para eso debemos desarrollar una estrategia de memorización de Escrituras. La pregunta, entonces, es ¿Cómo hacerlo?
Muchas veces me he encontrado con personas que me dicen: «Aunque quiera, no puedo memorizar nada». Si bien no todos tenemos la misma memoria, me atrevo a decir que todos podemos memorizar cierto número de elementos. Por ejemplo, todos nosotros hemos memorizado nombres, apellidos, números de teléfonos, direcciones. Lo mismo sucede con la Biblia, todos podremos memorizar cierta cantidad de versículos bíblicos, todo es cuestión de empezar, y quisiera sugerirles algunos pasos prácticos.
Pasos prácticos para memorizar la Biblia
- Memorice comprendiendo. No trate de memorizar mecánicamente palabras sin sentido. Si usted está tratando de memorizar de la Reina-Valera y el significado de los versículos no es completamente claro, compare la versión con otra traducción como Dios habla hoy o Traducción en lenguaje actual. Lea el párrafo o el capítulo en el que está contenido el versículo, de modo que pueda comprender el significado del mismo en su verdadero contexto.
- Memorice porciones pequeñas. Si el versículo es largo, sepárelo en partes pequeñas en alguna coma, punto y coma o punto final. Memorice la primera frase, entonces memorice la segunda frase y añádala a la primera. Repita este proceso con cada frase adicional, hasta que pueda recitar de memoria todo el versículo.
- Memorice usando la referencia bíblica. Algunas veces, deberá dar la cita de la Escritura. En consecuencia, es importante estar capacitado para localizar rápidamente el versículo. Dado que los números son más difíciles de memorizar, deberá recitar la referencia completa (libro, número del capítulo y número del versículo. Por ejemplo: Génesis 3.15), antes y después del versículo.
- Memorice por repetición. Repita el versículo una y otra vez, usando para ello sus cinco sentidos. Es mejor recitar el versículo en voz alta, que repasarlo en su mente en forma silenciosa. La lengua se adiestra para pronunciar las palabras del versículo y, al oír el sonido de las palabras, las mismas se graban en la mente de una mejor manera que si solo pensara en ellas. Escribir el versículo en forma repetida, ya sea a mano o en la computadora, ayuda a fijarlo en la mente. Si el versículo describe personas, lugares o acciones, trate de imaginárselos. Si usted posee aptitudes artísticas, dibújelos en papel.
- Memorice con un compañero. Cuando dos personas se juntan para memorizar las Escrituras, recitándose los versículos uno a otro, obtienen un aliento mutuo. Establezcan, por ejemplo, un día a la semana cuando se encontrarán para memorizar juntos y recitarse los versículos uno a otro.
- Úselos o los olvidará. Pídale a Dios que le dé oportunidades de compartir con otros, de una manera provechosa, los versículos que ha memorizado. Cada vez que repita el versículo a otra persona, una mayor parte de él vendrá a ser definitivamente suya.
- Fíjese una meta. Determine memorizar cada semana un número de versículos que sea razonable, pero que a la vez constituya un desafío para usted. Disciplínese para emplear el tiempo y esfuerzo necesarios para asimilar cuidadosamente los versículos que se haya propuesto memorizar. También puede resultar provechoso establecerse una meta de, por ejemplo, memorizar cien versículos que considere vitales para su vida espiritual. Invierta todo su esfuerzo para alcanzar esa meta de cien versículos especialmente elegidos. Cuando finalmente haya memorizado todos esos versículos, quizá se convenza de que puede memorizar muchos más. Pero empiece con esa meta.
Cien versículos parecen muchos, pero recuerde, la mejor manera de abarcar una tarea que se nos presenta como muy grande es dar el primer paso, luego el segundo y así sucesivamente. No se desespere y si algún día no puede memorizar un versículo nuevo, repase los que ya tiene en su memoria y siga al día siguiente con algún versículo nuevo.
Que no sea una imposición, disfrute de la belleza de la Palabra de Dios y confíe que el Señor lo ayudará en su empresa. - Memorice pasajes completos. A veces, memorizar un pasaje completo ayuda en el proceso de retención. Por ejemplo, el Salmo 23 o el Salmo 1 podrían convertirse en una buena práctica. También otros salmos o el Padrenuestro o varios versículos que, por alguna razón, nos lleguen más profundamente que otros.
- ¡Repase! En forma regular y periódica repase los versículos que ha memorizado en días, semanas y meses anteriores.
- Ejemplo práctico. Pruebe escribir un versículo por día en una tarjeta en blanco de manera que pueda repasar el versículo cada vez que viaje, que esté esperando en una fila, o cuando está almorzando o simplemente esperando a alguien. Recuerde incluir tanto el versículo como la cita bíblica y repáselo tantas veces como pueda. Al final de la semana laboral, por ejemplo, habrá memorizado al menos cinco versículos y así sucesivamente.
No deje que el temor a no poder lograrlo lo paralice. Comience hoy mismo y continúe con esa práctica cada día. Pronto verá que la Palabra de Dios fluirá en su vida —y a través de su vida— de tal manera que se convertirá en una fuente de bendición para usted y para aquellos que lo rodean.
Recuerde, la Palabra de Dios es vida y engendra vida. Memorizar las Escrituras nos acerca a Dios cada día y nos permite conocer qué debemos obedecer para la gloria de Dios.
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