«Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio.» (Hebreos 9.27)
La familia estaba muy triste. Todos sabían que tarde o temprano llegaría el momento, pero nadie imaginaba que sería tan pronto. La enfermedad se había esparcido por todo el cuerpo y finalmente su salud no resistió el tratamiento. Aunque los médicos habían hecho todo lo posible por salvarle la vida, Gabriela murió a los cuarenta y dos años.

A veces parece como si la muerte nos rodeara, como si estuviera por todas partes. Cada día escuchamos lo que le pasó a tal o cual persona y eso nos entristece. Mucho más cuando muere alguien que conocemos: nos damos cuenta de que nosotros podríamos ser los siguientes.

Los seres humanos disponemos de un determinado tiempo de vida. Algunos viven muchos años, pero otros no. Las enfermedades, la violencia, la desnutrición, las catástrofes naturales, los accidentes, las guerras y tantos otros males tienen el poder de arrancarles la vida a las personas.

Pero sea como fuere, en algún momento todos tendremos que enfrentar nuestra propia muerte. ¿Estamos preparados?

La Biblia enseña que si creemos en Jesús y lo recibimos como Señor y Salvador, obtendremos el regalo de la vida eterna. Eso significa que nuestra existencia no se terminará el día en que muramos sino que nuestro espíritu seguirá vivo en el cielo junto a Dios.

¡Qué alegría es saber que podemos disfrutar una vida feliz desde ahora y para siempre con Jesús en nuestro corazón!

Sumérgete: Intentemos acompañar a la gente cuando sufre el dolor de la muerte de un ser querido. Son momentos para llorar, recordar y pensar en la brevedad de la vida. Compartamos su experiencia y pidámosle a Dios que consuele su corazón.