¡Nada se puede comparar con el amor!

¡Nada se puede comparar con el amor!

«Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros.» (1 Juan 4.12)

¡Nada se puede comparar con el amor!
Imagen provista por unsplash.com/@evertonvila

¡Nada se puede comparar con el amor! Ha sido la inspiración para las canciones más hermosas, el motor que movilizó las obras de ayuda social más importantes, el sentimiento que unió a millones de hombres y mujeres a lo largo de los siglos, la razón que llevó a Jesús a morir por la humanidad en la cruz.

¡El amor es la fuerza más poderosa del mundo!

Cuando amamos a otra persona quisiéramos encontrar las palabras adecuadas para decir todo lo que está en nuestro corazón. Poemas, regalos, sorpresas… ¡nada parece suficiente para expresarle amor y decirle cuánto la amamos!

Pero además de sentimientos profundos y pasiones intensas, el amor es una decisión. Es ganarle al egoísmo y elegir entregarnos nosotros mismos y lo que tenemos para el bien de los demás.

Es por eso que en las relaciones interpersonales Jesús nos enseña a poner el amor en primer lugar. Dice que debemos amar a los amigos –¡eso es fácil!– y a las personas que nos rodean. ¡Pero también a quienes se comportan tan mal que podrían ser nuestros enemigos!

Amar no es andar por la vida dándole besos y abrazando a todo el mundo. ¡Uno hace eso con las personas más cercanas! Amar significa pensar en las necesidades de los demás y hacer lo que esté a nuestro alcance para que les vaya bien. Es perdonar y no guardar rencor. ¡Es compartir el amor de Jesús con todos!

Sumérgete: Cuando el amor de Dios está en nuestro corazón, él nos ayuda a tomar la decisión de amar a los demás. Nos da las fuerzas necesarias para perdonar, comprender, tener paciencia y buscar el bien de todos. ¡Sí! ¡También de los que son más difíciles de amar!

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