«Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?» (2 Corintios 13.5)

Los pescadores habían trabajado durante toda la noche y estaban cansados. Ni el frío había logrado detener su obligación. Sabían que tenían una oportunidad y no estaban dispuestos a desperdiciarla.
Con la barca amarrada cerca de la orilla, y antes de regresar a sus casas, realizaban dos tareas importantes: separaban lo que habían pescado, para vendérselo a los mercaderes; y dedicaban unos momentos para verificar el estado de sus redes y limpiarlas.
Cuando hallaban que algo no estaba bien, allí mismo se ponían a coser y remendar las redes. ¡Los pescadores sabían que era muy importante tener sus redes restauradas y listas para la pesca!
¿Y cómo estamos nosotros? ¿Necesitamos que algún sector de nuestra vida sea restaurado por Dios? Tal vez alguien nos haya herido con sus palabras o su actitud, o quizás hayamos cometido algún pecado que enturbió nuestra alegría y pureza. Cuanto antes, mostrémosle a Dios nuestra vida tal y como está, y dejemos que él nos restaure para que podamos vivir la vida que él planeó para nosotros.
Sumérgete: Restaurar es volver a poner las cosas en su lugar. Dios quiere ayudarnos a remendar nuestras relaciones rotas, sanar nuestros sentimientos y volver a darnos la pureza que perdimos por culpa del pecado. Acerquémonos a él, mostrémosle nuestro arrepentimiento y nuestros deseos de ser sanados. ¡Él obrará en nuestras vidas!