«Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos; guarda la ley y el consejo.» (Proverbios 3.21)

En la vida de toda persona llega el momento en que queremos independizarnos de nuestros padres. Ya no somos niños y necesitamos llevar la vida de acuerdo a nuestros propios gustos, eligiendo cómo vestirnos, qué amigos tener, qué programas ver en la televisión, qué música escuchar, a dónde ir y a dónde no. ¡El día de la independencia ha llegado!
No siempre resulta fácil que los demás entiendan lo que nos ocurre, ¿no es cierto? La gente suele confundir «independencia» con «rebeldía» y eso hace que nos sintamos frustrados, como si nadie nos comprendiera.
¿Cómo vivir este tiempo especial y no fracasar?
- Aprendamos a conocernos. ¿Cuáles son nuestros gustos? ¿Qué cosas nos alegran y cuáles nos hacen enojar?
- Elijamos bien a los amigos. ¿Por qué nos relacionamos con tales personas? ¿Qué esperamos de ellos?
- Decidamos nuestra vocación. Hablemos con personas que desarrollan las carreras u oficios que nos agradan.
- Valoremos a nuestra familia. Escuchemos sus consejos aunque hoy nos parezcan ridículos o sin sentido.
Sobre todo, asegurémonos de afirmar nuestras convicciones y no nos dejemos llevar por el pensamiento «del montón». Hagámonos preguntas importantes, como por ejemplo: «¿Quién soy?» «¿En quién creo?» «¿Cuáles son mis valores y modelos?» «¿Cómo quiere Dios que viva mi sexualidad?» «¿Qué haré cuando me ofrezcan drogas?» «¿Con qué clase de persona me gustaría casarme?»
Dios entiende perfectamente lo que vivimos en este tiempo. ¡Hablemos con él cada día en oración y pidámosle que nos ayude a tomar las mejores decisiones!
Sumérgete: Si queremos la bendición de Dios en nuestra vida no nos burlemos ni nos avergoncemos de nuestros padres. Sin importar cómo se hayan relacionado con nosotros, que nuestras palabras y actitudes siempre reflejen el amor de Jesús. ¡Aunque a veces resulte difícil!