«De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza.» (Job 42.5-6)
Creía que nunca le ocurriría nada malo. Que todo siempre le saldría bien y que mientras cuidara su conducta, no tendría problemas ni dificultades. ¡Qué equivocado estaba!
Es cierto: Dios le había dado a Job muchas bendiciones, tanto materiales como espirituales. Era una persona feliz, con una familia hermosa y una posición social importante. Sus conocidos lo consideraban un ejemplo de alguien que hace las cosas bien y por eso recibe la bendición divina.
Pero un día las malas noticias llamaron a su puerta: muertes, catástrofes, enfermedades, padecimientos y tristezas lograron amargar su existencia. Su mundo cambió de un momento para el otro. ¡Cómo era posible que algo así le ocurriera a Job, si era tan bueno!
Quienes deciden confiar en Jesús como Dios y Salvador personal, aprenden a ver la vida desde otra perspectiva.
Las palabras de su esposa y los consejos de sus amigos no lo ayudaron a vencer la depresión. Sin embargo, al conversar con Dios luego de varias semanas de queja y malestar, comprendió que nadie está exento de sufrir inconvenientes y que nuestro creador es mucho más sabio que nosotros. Dejó de verse como una víctima, abandonó la autocompasión y decidió cambiar de actitud. ¡Recién entonces pudo disfrutar una vida plena!
Quienes deciden confiar en Jesús como Dios y Salvador personal, aprenden a ver la vida desde otra perspectiva. Permiten que Dios ocupe el primer lugar en sus intereses, saben que él es el dueño de sus destinos y que siempre estará a su lado para acompañarlos y darles las fuerzas necesarias.
Sumérgete: Si en este momento estamos atravesando dificultades, intentemos ver la situación con los ojos de la fe, creyendo que Dios es el dueño de nuestras vidas y que nada está fuera de su control. ¡A veces permite ciertas pruebas para ayudarnos a crecer y a ser mejores personas cada día!
