«No oigo nada» ─ Biblia, Atahualpa y contexto — Parte 1

«No oigo nada» ─ Biblia, Atahualpa y contexto — Parte 1

Con la Biblia en la mano izquierda y el crucifijo en la otra, el sacerdote Vicente de Valverde espeta al soberano inca: «Aquí está el Dios verdadero y la verdadera religión». Y remata: «todo lo demás es cosa de burla». Atahualpa, el 16 de noviembre de 1532, después de inspeccionar la Biblia la arroja al suelo diciendo: «¿Qué, cómo a mí no me lo dice? ¡Ni siquiera me habla el dichoso libro!»[1]

Por Eliseo Pérez Álvarez

Hermes, el mensajero de la mitología griega, tenía la consigna de transmitir la voz divina a los oídos humanos. De ahí que la hermenéutica cristiana pretenda casar texto divino y contexto humano, Biblia y entorno. Con el fin de hacer pertinente el mensaje bíblico para los oídos de cada generación, tenemos la espiral hermenéutica, o el ver, juzgar y actuar.  Partimos de nuestra realidad actual particular; buscamos que la Biblia arroje su luz sobre nuestra situación contemporánea; y retornamos al mundo para robustecer nuestro testimonio cristiano. Desde nuestra sociedad re-creada, nos acercamos nuevamente a la Biblia con preguntas frescas, como fruto del compromiso cristiano, nos volcamos hacia la transformación social y así sucesivamente. Viajamos desde nuestro contexto al Texto, y regresamos al contexto: «el continuo cambio en nuestra interpretación de la Biblia en función de los continuos cambios de nuestra realidad presente tanto individual como social».[2]O en general, siguiendo a Heráclito: «nadie puede bañarse dos veces en el mismo río», León-Portilla dirá que «nadie puede leer dos veces el mismo libro», puesto que cada nuevo acercamiento lo haremos equipados con más lecturas adultas, con más experiencias, y por lo tanto, veremos más que en previas visitas.

La Biblia, sin embargo, posee una «reserva de sentido» inagotable, la cual nos permite ese tráfico dinámico entre nuestro contexto particular, la reinterpretación de la Biblia, la transformación de la realidad, la reinterpretación de la Biblia y así sucesivamente.[3]

Nuestra intención en este ensayo es únicamente llamar la atención al hecho de que, para descubrir nuestra Biblia, hemos de tomar en cuenta el entorno desde el cual la estudiamos. Generalmente bregamos con el contexto vital en el cual se escribió la Biblia. Asimismo, incluimos el contexto al cual hace alusión la Escritura. Pero pocas veces reflexionamos intencional y críticamente acerca del contexto receptor de la Biblia.

 

El encuentro de la Biblia con la cultura inca nos recuerda que para hacer justicia al contenido de la Biblia no es suficiente conocer el trasfondo histórico y cultural en el que se escribió la misma;[4]es igualmente importante conocer el terreno desde el cual la leemos, traducimos, enseñamos o predicamos. Con miras a hacer más significativa la recepción de las Escrituras en nuestro presente, nos proponemos reflexionar en torno al contexto receptor de las Escrituras.

Estamos conscientes que nuestra confrontación entre Biblia, misionero español cristiano y la tierra inca del siglo xviestá mediada por un contexto —tanto individual como colectivo— más el nuestro, del siglo xxicon todas sus notas. El tratamiento del tema lo haremos entonces desde esta distancia crítica mediante un ir al siglo xviy venir al nuestro, teniendo como hilo conductor el des-encuentro entre Atahualpa (c. 1500-1533?) y Pizarro (c.1471-1541). En este espacio nos proponemos dilucidar algunos elementos que influyen en la comprensión del mensaje Divino tales como: los distintos sistemas de escritura, el lenguaje, la idea del cuerpo, los patrones dietéticos, y el concepto del tiempo y del espacio.

En sistemas de escritura se rompen géneros

40 años antes del episodio en cuestión, la Iberia se creía el extremo más occidental del mundo, de ahí que todavía hoy, cuando hablamos de civilización occidental, nos estamos refiriendo a Europa principalmente. Con esa mentalidad provinciana, Valverde cree que la única escritura es la alfabética y que su forma canónica es la del libro del Renacimiento europeo. Veamos tres distintas respuestas a las letras castellanas:

El cochimí goloso,[5]perteneciente a la cultura de la caza, pesca y recolección. Este «indio californio» del siglo xviiitrabó contacto con los primeros jesuitas que pisaron la península. Un buen día, un sacerdote en el Puerto Loreto lo envió a San Xavier Viggé, un lugar de la serranía, llevando un pan recién horneado y una carta para el Padre allí radicado. Por el camino, le picó el hambre al cochimí y solo llegó la carta. Al leerla, el fraile exigió el pan. El cochimí asombrado contestó con otra pregunta: «¿quién te dijo que había un pan?» —«Este papel lo dice». El californiano aseguró: «el papel miente». Nuevamente se repitió la historia: el mismo pan, la misma carta, la misma encomienda. Pero esta vez el cochimí se cercioró de ocultar la carta entre las piedras antes de devorar el pan. A la pregunta sobre el pan, esta vez atónito por comprobar los poderes de aquel pedazo de papel confesó: «la otra vez es verdad que yo comí el pan delante del papel, mas ahora yo le escondí y me puse donde él no me viera, pues si ahora dice quo yo lo comí, miente porque él no me ha visto comer ni sabe lo que yo hice».

El nahua-pipil tenía una idea muy diferente de la página escrita. Sucede que alrededor de 1514, llegó a Panamá un indio fugitivo, probablemente de Guanacaste, hoy Costa Rica. Por alguna circunstancia se encontró con el alcalde de Panamá, Corrales, quien estaba leyendo. Su sorpresa fue tal que exclamó: «¿Cómo, también vosotros tenéis libros?, y ¿os servís de caracteres para comunicaros con los ausentes?».[6]

«No oigo nada» ─ Biblia, Atahualpa y contexto — Parte 1

Atahualpa, en tercer lugar, creía que los españoles cuando movían sus labios estando a solas, realmente hablaban con paños blancos, pues los andinos no pertenecían a la cultura del libro europeo. Atahualpa intenta escuchar a los «paños de Castilla»[7]pero estos no le quisieron hablar.

Generalmente, se traza el origen de la lectura en silencio hasta Ambrosio (c.339-397) o hasta las primeras comunidades monacales y sus exigencias de silencio. Sin embargo, esta práctica se generalizó hasta épocas recientes. Todavía en la mitad del siglo xix,el danés Kierkegaard, un estudioso de la Biblia, recomendaba a su audiencia la lectura en voz alta de sus discursos religiosos. Valverde practicaba la lectura oral con su cadencia, sabor, y signos sonoros que la acompañan.

Así tenemos que, indios como el cochimí dependían enteramente de la tradición oral, pero otros tenían sus propios libros, como los quipusde Atahualpa —una serie de cordones anudados de colores donde guardaban y transmitían el saber—, los dibujos hechos sobre tablones que recogían las tradiciones andinas, los cuales se conservaban en la gran biblioteca o Pukinkancha, los vuhmayas y los amoxtlinahuas, conservados estos últimos en las Amoxcallis(bibliotecas). No obstante ello, tengamos presente que la cultura del libro corría paralelamente con la oralidad. De hecho, la alfabetización maya precolombina correspondía a la del Egipto antiguo: ¡solo el 1 % de la población![8]

 

El alfabeto se originó en Egipto y se fijó en Fenicia donde —para el deleite de las personas zurdas— se escribía de derecha a izquierda y donde las letras B, E y K miraban hacia la izquierda. Grecia escribió en bustrófedon,[9]o sea, alternado de derecha a izquierda y de izquierda a derecha a la usanza del buey (bous) arando. En el siglo va. C., se legisló para que únicamente se escribiera de izquierda a derecha y para que todas las letras se perfilaran hacia el Este. Los espacios vacíos entre palabras vino posteriormente con el imperio Bizantino, y se limitó a hacerlo entre cada dos palabras seguidas. Hacia el siglo ixd.C., hicieron su aparición las letras minúsculas.[10]

La introducción del alfabeto latino a las Américas por parte de los españoles contribuyó en mucho para el transvase de la tradición oral a la «luminosa prisión del alfabeto»,[11]pero asimismo fue el arma para la colonización del lenguaje a través del exterminio de otras formas de escritura y de la quema de acervos del saber. Los quipus, por lo pronto, se escaparon de la hoguera por muchos años, debido a que los españoles no supieron leer que se trataban de «libros incas».

La escritura indígena a través de jeroglíficos y pinturas no estaba tan lejos de la etimología del viejo mundo: «originalmente “escribir” viene del anglosajón writany significa “escarbar”, marcar con algo filoso; en islandés solió ser rita“escarbar”; en sueco rita, “dibujar”, ”trazar”;  en holandés rijten; y en alemán reissen, “razgar”».[12]

Por otro lado sería bueno recordar que todavía en el siglo xiiclericus (clérigo) se asociaba con literato o letrado; mientras que laicus(laico) con analfabeto.[13]Además de ello, en la Edad Media la tarea y el concepto de escribir se clasificaba como trabajo manual y no intelectual, como en nuestros tiempos.[14]

Los quipucamayocs, o los incas sabios escribanos, que hacían y leían los quipus, consignaban en ellos cuentas, cronologías, historias, tributos, estados civiles, rituales, leyes, ordenanzas, censos, etc. Paralelamente tenían keros, es decir, vasijas rituales para tomar, y textiles, en donde registraban experiencias históricas de su pueblo. Todo ese saber filosófico fue negado por Valverde: «Los españoles nunca entendieron que si los amerindios carecían de letras, (los españoles) igualmente carecían de quipuy de amoxtli. Y que si bien los españoles tenían hombres de letras, los incas tenían quipucamayocy amauta, y los mexicas tenían tlacuilosy tlamatini».[15]

«Aquí está el Dios verdadero y la verdadera religión», diría Valverde implicando con ello, la verdadera escritura y el verdadero Texto. Las preguntas pertinentes serían: «¿Según quién un libro es un objeto físico con una serie de características dadas? ¿Qué tanto la idea del libro está basada en el alfabeto y la alfabetización? ¿Qué clase de libros encontramos en las sociedades que no tienen sistemas de escritura alfabética?»[16]¿Existen sistemas de escritura alternas a la alfabética? La gestación de este mismo libro que estamos leyendo ¿no se incubó electrónicamente desde muchos rincones de las Américas? ¿No se originó primero en las neuronas de Edesio Sánchez Cetina?

El criterio de verdad de Valverde de reducir la escritura al alfabeto latino: «Todo lo demás es burla», todavía está muy presente. En nuestros días, el africano Derridá echa en cara el etnocentrismo de Lévi-Strauss al seguir asociando el alfabeto con la supremacía cultural. Comentando acerca de la «lección de escritura» de Valverde hacia Atahualpa, Lévi-Strauss afirma: «De todos los criterios mediante los cuales la gente habitualmente distingue a la civilización de la barbarie, por lo menos este hemos de conservar: el que cierta gente escribe y otra no».[17]

Siglos más tarde los imperios de turno habrán de proponer ya no el texto de la Biblia, sino los textos o manuales de urbanidad, para discriminar entre la buena policía o civilidad y la barbarie, pero el concepto sigue siendo el mismo: «la letra con sangre entra». Así tenemos «la carga del hombre blanco» inglesa; «la misión civilizadora» francesa; «el destino manifiesto» estadunidense, etc.: «ser moderno o estar a la moda, es decir, parecer europeo o haber asimilado el estilo de vida de las metrópolis francesa o anglosajona era casi un imperativo; lo que demuestra, por otro lado, el apremio por encubrir compulsivamente un sustrato de vieja data hispánica y católica que permanecía profundamente arraigado en las sensibilidades sociales».[18]

La gran cultura inca poseía óptimas condiciones para entender el mensaje bíblico desde su oralidad, pues mucho material de la misma Biblia primero fue oratura y posteriormente se transvasó a la escritura. En ese sentido, Atahualpa tenía una ventaja sobre Valverde, no obstante, lo que percibimos en esta entrevista es la no intencionalidad del misionero cristiano por comunicar el mensaje bíblico en primer plano.

Francisco Pizarro conoce los libros, pero ve en ellos solo manchones de tinta pues él mismo es analfabeto. Sin embargo, el primo de Hernán Cortés, conquistador de México, puede escuchar cuando los frailes leen, no necesariamente la Biblia, sino en especial el «requerimiento».

Lengua y tejido social

 El capellán de Pizarro, camina al centro del zócalo donde descansa el Inca xiiy, a fin de evitar derramamiento de sangre, procede con la lectura del «requerimiento».  Comienza con la catequesis sobre la Trinidad, la Creación, el Pecado Original, la consigna de Jesús dada a sus discípulos de evangelizar todo el mundo, etc.

Valverde «requiere» que el soberano de los Andes apostate de su Dios Sol. El sacerdote ibérico ya olvidó que el Dios Sol es el mismo que adoraba el soberano romano Constantino, y aún más: fue el que impuso como «reposo en el venerable día del Sol» (en inglés Sunday). Igualmente, debido a su influencia, se estableció el 25 de diciembre, «el día del Sol Invicto» como el día de la natividad de Jesucristo. El desmemoriado Valverde «requiere» que Atahualpa entregue «libremente» las posesiones de su Imperio de más de un millón de kilómetros cuadrados, correspondiente al actual Ecuador, Bolivia, Perú, parte de Brasil, Argentina, Colombia y Chile.

Empieza un álgido altercado: «¿En qué cabeza cabe la idea de que ustedes son los dueños de todo esto?». «No lo digo yo, lo dice el Papa, el Rey y, en última instancia, lo dice la Biblia, el libro sagrado». Atahualpa la coge, la explora, la hojea, la sacude, le da de volteretas —y según la tradición oral— se la pega al oído: «A ti te dirá lo que quieras, pero a mí personalmente no me dice nada, es pura farsa», y la arroja al suelo con enfado.

Así como el quipuno le decía nada a Valverde, la Biblia no le hablaba al soberano Inca. Las etimologías nuevamente nos arrojan su luz. Texto viene del latín textum —hacer, tejer, entrelazar, juntar. Para tejer los quipusse requería de una fina sensibilidad táctil, como la de Louis Braille (1809-52), ciego él mismo, que visualizó un sistema de escritura para personas ciegas, aunque tributario de la escritura alfabética.

Texto asimismo dice relación a textiles.[19]Los quipus[20]son cordones de algodón y lana de cientos de colores, cada uno con un significado diferente. Ellos son hilados, tejidos, anudados, torcidos en variadas formas y combinaciones. Son de distinta textura, forma y tamaño, tanto de los nudos como de los cordones, dependiendo de lo que se quiera registrar.  Ahora bien, si por texto entendemos también tejido, si por escribir incluimos la acción de rascar o pintar en superficies sólidas, y si por texto abarcamos de igual modo al textil, entonces el sistema de quipusserá el antídoto contra la supremacía del alfabeto latino.

Libro, a su vez, proviene de liber, liberi,o sea, de las fibras extraídas del interior de las cortezas del árbol. El término biblianos habla de los rollos, y volveresignifica enrollar, traducido como  «volumen», es decir, algo enrollado. «Tomo» nos remitirá al marco para cortarel rollo.[21]

Pergamino, por su parte, se origina de la adaptación de la piel de animales hecha en la biblioteca de Pérgamo como apoyatura física alternativa para la producción de sus libros, esto es debido al boicot del papiro por parte de la Biblioteca de Alejandría.[22]

Los antiguos mexicanos escribían sobre papel fabricado de la corteza interior del árbol llamado amate (ámatl), de donde proviene el amoxtli, códice, libro u «hojas de papel pegadas». Igualmente escribieron sobre los mixiotes, es decir, las membranas de las hojas de maguey; las hojas de este cactus se siguen usando para cocinar al vapor y bajo tierra carnes variadas. ¡Sabor y saber  en un tiempo no estaban divorciados!

Pizarro, desde su escondite, vigila a su presa. El tirar la Biblia enciende la mecha de sus tres cañones, 27 caballos y 168 soldados entre los cuales hay algunos africanos. El conquistador también es ágrafo, pero perspicaz en su «saber ver y leer» la realidad. Olfatea el vacío de poder que dejó Huayna Cápac al morir intestado. Pizarro comparte con Atahualpa el ser hijo ilegítimo. Este se disputa con Huáscar, su medio hermano, en plena guerra civil, el señorío sobre el Imperio de 4200 km2a lo largo de la costa occidental del Pacífico. El extremeño observa que Cajamarca está destruida por las guerras intestinas y que la altivez de Atahualpa no le permite detectar la emboscada que le espera.

Pizarro tiene a su traductor favorito, Martín. Pero Valverde se vale del intérprete Felipe de Huancabilca. El fraile da por terminada la discusión: «¡Vengan aquí, soldados, estos indios infieles están en contra de nuestra fe!». El Padre muestra el prejuicio de alguien que no le importa el contexto que pisa en ese preciso instante. Texto, textum, tejido, guarda una correlación entre texto y contexto; entre palabra y entorno; entre lengua y realidad. No obstante, eso no le importa ni al letrado Valverde ni al analfabeto Pizarro. No intentan en lo más mínimo hacer inteligible la Biblia a través de su contextualización en el tejido social andino. La Babel castellana-quechua es intencional. Cuando los españoles llegan a tierra maya preguntan: «¿Cómo se llama este lugar?», un indio responde: «Yucatán», o sea, «no te entiendo nada», el europeo asienta: «¡Se llama Yucatán!».En la plaza cajamarquina, Valverde se vale del intérprete inca Felipillo. El diminutivo paternalista evoca la denominación del indígena como homúnculou hombrecillo, además de que su nombre indígena ha desaparecido. Atahualpa acierta en no escuchar el «requerimiento», pero yerra en no escuchar el descontento de su pueblo contra la guerra civil. Muchos incas lo odian, empezando por Felipe de Huancabilca, el indio intérprete, quien no olvida que el norteño Atahualpa pertenece a Quito mientras que Huáscar a Cuzco.  Hay quienes sugieren que el intérprete que encontró Pizarro de camino a Cuzco, es el tradutore traditori(traductor-traidor), el que tergiversó la traducción por querer vengarse de su enemigo.

¿A qué se debe que el Inca xii«no escucha nada»? ¿A la percepción fonética defectuosa? ¿A la ausencia de equivalencia dinámica entre la lengua original y la receptora en la traducción? ¿Al desprecio por el quechua en el cual, según el Virrey Borbón, es una falta de respeto orar a Dios? ¿A que el puente lingüístico: Valverde-Felipillo-Atahualpa está bloqueado por la animadversión de Felipillo para con su soberano? O quizá el asunto es más sencillo, el texto está desvinculado del tejido social, porque lo importante no es la transmisión del mensaje bíblico, sino la del «requerimiento», léase: el tranquilizante espiritual de cara a la expropiación de la riqueza incaica.

No hay un esfuerzo por parte del español en tender puentes de comprensión entre ambos mundos. Lo que se persigue sobre todo es la lectura del «requerimiento». Los estudiosos de «la teoría de los actos del habla»[23]afirman que los enunciados realizativosson utilizados para haceralgo en determinada situación: declarar, jurar, prometer. Así, por ejemplo, durante una boda, lo que constituye la unión es la declaracióndel clero o del juez: «yo los declaroesposa y esposo». El Padre Valverde amparado por sus autoridades civiles y religiosas sencillamente declarala toma de posesión: «¡Vengan aquí, soldados, estos indios infieles están en contra de nuestra fe!».

El texto se continúa usando hasta el presente como pretexto para imponer la hegemonía lingüística.

El 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón escribió en su diario que él quería llevarse algunos indios a España para que aprendan a hablar(«que deprendan fablar»).  Cinco siglos después, el 12 de octubre de 1989, en una corte de justicia de los Estados Unidos, un indio mixteco fue considerado retardado mental(“mentally retarded”) porque no hablaba correctamente la lengua castellana. Ladislao Pastrana, mexicano de Oaxaca, bracero ilegal (sic) en los campos de California, iba a ser encerrado de por vida en un asilo público. Pastrana no se entendía con la intérprete española y el psicólogo diagnosticó un claro déficit intelectual. Finalmente, los antropólogos aclararon la situación: Pastrana se expresaba perfectamente en su lengua, la lengua mixteca, que hablan los indios herederos de una alta cultura que tiene más de dos mil años de antigüedad.[24]

Escalofriante es constatar que la lengua indígena más hablada en los Estados Unidos de América (EUA) actualmente es la también oaxaqueña, la zapoteca.[25]

Bartolomé de las Casas, obispo del Perú y de México, puso el dedo en la llaga en su carta fechada en 1566, al papa Pío V:

Abierta e injustamente el obispo ignora el idioma de su feligresía, y no hace el intento por aprenderlo bien. Por lo tanto, humildemente le suplico a su Santidad que les ordene dominar el idioma de sus ovejas, mostrándoles que es un imperativo divino y de la ley natural, pues hoy en día muchas indignidades repugnantes tienen lugar en presencia de Su Santidad, propiciadas por la negligencia de los obispos en aprender la lengua de su feligresía.[26]

Al grito de guerra de Castilla: «Santiago, Santiago, Santiago», Pizarro sale de su escondite cuando la Biblia rueda por el piso. «¡Ataquen, soldados! Estos infieles están en contra de nuestra cristiandad y de nuestro emperador y rey». El grito de guerra, «Santiago de Matamoros», de las cruzadas ibéricas contra los musulmanes se metamorfosea ahora en «Santiago de Mata-incas» en la nueva guerra santa. Los andinos están estupefactos, según lo narra Titu Cusi Yupanqui[27], por toparse con caballos acorazados y con sonajas en las patas,  monstruos bicéfalos, centauros de pies de plata, talones de estrellas, puños de truenos y centellas. El rugir de los cañones, los soldados de barbas de camarón, blancos los unos, lampiños y negros los otros, los mosquetes, el sonido de trompetas, las dentelladas de los perros guerreros… Están atónitos también porque no ven la relación entre el tirar al suelo un artículo insulso y la ira de los caras peludas.

La lengua madre de Felipillo ignora la idea del infierno, institución alrededor de la cual edificará el cristianismo su predicación del miedo. No es gratuito el hecho de que el primer catecismo escrito en América predique el lago de fuego para los indígenas que no abracen la fe cristiana:

Todos los que entre vosotros murieron, todos vuestros antepasados: padres, madres, abuelos, parientes y cuantos existieron y pasaron por esta vida; y allá iréis también vosotros si no os hiciereis amigos de Dios y no os bautizáreis y tornárais cristianos, porque todos los que no son cristianos, son enemigos de Dios.[28]

Pizarro, con su experiencia bélica en Italia y con sus 25 años a cuestas de guerrear en las Américas, conoce el tejido social y es un hábil manipulador del miedo.[29]Comienza por legitimar su conquista satanizando a la cultura andina.[30]Fabrica la imagen del Atahualpa tirano usurpador, fratricida, incestuoso y polígamo. Por «motivos humanitarios» en breve impondrá a los hermanos títeres de Atahualpa, Manco Inca primero, y posteriormente a Paullo. Para apagar fuegos utilizará al hijo del Inca, Francisco Atahualpa. En consonancia con el «derecho natural», Pizarro sacará provecho de los sacrificios humanos, el gobierno tiránico y la cerrazón inca frente al evangelio, articulando así la guerra justa.

Aún persiste en nuestros días la idea de que el sistema social andino era uno «esclavista» y «totalitario». En el otro extremo se piensa que era «socialista». No obstante, conociendo el tejido social con más detalle, sabemos que era un régimen distributivo edificado en el principio de la reciprocidad, para lo cual se precisaba de la inmovilidad espacial. El tejido asombroso de puentes y una vastísima red vial, eran rigurosamente vigiladas. Lo otro que aún desconocemos es la identidad de Atahualpa y los móviles de su belicosidad con su hermano Huáscar. Si los españoles diabolizan lo inca; los andinos divinizan lo europeo. Sin embargo, el talón de Aquiles del conquistador, o sea el oro, pronto saldrá a flote. Challcuchima, mandamás militar de Atahualpa, mandó decir a su colega Quizquiz que los barbudos rubicundos eran mortales. Posteriormente, Manco Inca confesará que los barbas de fuego no son dioses sino demonios.[31]Las Casas, comentando acerca del oro que Pizarro expropió de los incas, dirá: «si los demonios tuvieran oro, a ellos mismos se lo robarían».[32]

Lo cierto es que estamos ante dos lenguas y dos tejidos sociales diferentes. La querella española es por la apatía inca en amontonar riquezas para futuras generaciones: «no hay en este mundo índico el motor de la acumulación de bienes y riquezas que mueve fundamentalmente en todos sus actos al hombre occidental».[33]

Cándido Martínez, dirigente del Comité de Organizaciones Populares Indígenas (COPIN), insistirá siglos después:

Desde hace 505 años estamos siendo explotados; cuando Colón vino, él traía la Biblia y nosotros teníamos la riqueza, luego él se fue con la riqueza (oro) y nosotros nos quedamos con la Biblia, y eso es, lo que sin saber, recordamos con alegría cada año.[34]

 

***** Busque la continuación de este artículo aquí: ««No oigo nada» ─ Biblia, Atahualpa y contexto – Parte 2″

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Notas y referencias

[1]Felipe Guamán Poma de Ayala, Nueva crónica y buen gobierno (México: Siglo XXI), p. 357. Titu Cusi Yupanqui, Relaciones de la Conquista del Perú (Lima, 1973). Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios reales de los incas (Madrid: BAE, 1960). Francisco de Jerez, Verdadera relación de la conquista del Perú (Madrid: Historia 16, 1985). Nathan Wachtel, Los vencidos. Los indios del Perú frente a la conquista española (Madrid: Alianza, 1976).  Miguel León Portilla, El reverso de la conquista; relaciones aztecas, mayas e incas (México: Joaquín Mortiz, 2002).

[2]Juan Luis Segundo.  Liberación de la teología (Buenos Aires: Lohlé, 1975), p. 12.

[3]Severino Croato, Hermenéutica práctica (Quito: Verbo Divino, 2002), pp. 24ss.

[4]Edesio Sánchez Cetina (ed.). Descubre la Biblia I(Miami: Sociedades Bíblicas Unidas, 1998), Segunda Parte: el contexto de la Biblia, 51-118.

[5]Miguel del Barco, Historia natural y crónica de la antigua California (México: UNAM, 1988), p.178.

[6]Pedro Mártir de Anglería, Décadas del Nuevo Mundo-1(México: Porrúa, 1964), p. 395. Citado por Miguel León-Portilla, Códices; los antiguos libros del nuevo mundo, (México: Aguilar, 2003), pp.28-29.

[7]Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España1(México: Porrúa, 1955), p. 143. Titu Cusi Yupanqui escribiendo en 1570, dirá que los incas creían que los españoles hablaban con los paños blancos mientras los miraban. Relaciones de la Conquista del Perú, p. 15.

[8]Alfonso Lacadena García-Gallo, “Religión y escritura”, en Mercedes de la Garza Camino y Martha Ilia Nájera Coronado (eds.), Religión maya (Madrid: Trotta, 2002), p. 175.

[9]Bustrófedon: «Manera de escribir en que se trazan las líneas empezando cada una en el mismo lado en que ha terminado la anterior» (María Moliner, Diccionario de uso del español).

[10]Jesús Mosterín, Teoría de la escritura (Barcelona: Icaria, 2002), pp. 129 ss.

[11]Ángel María Garibay, Historia de la literatura nauta-1(México: Porrúa, 1953-54), p. 15.

[12]Elizabeth Hill Boonne y Walter D. Mignolo (eds), Writing Without Words: Alternative Literacies in Mesoamerica & the Andes (Durham: Duke University Press, 1996), p. 259.

[13]Walter D. Mignolo, The Darker Side of the Renaissance: Literacy, Territoriality, & Colonization (Michigan: The University of Michigan Press, 1995), p.289.

[14]Boonne y Mignolo (eds), p. 237.

[15]Boonne y Mignolo (eds), pp. 241-42.

[16]Boonne y Mignolo (eds), p. 259.

[17]Claude Lévi-Strauss, Tristes Tropiques(Paris: Plon, 1955), p. 291. Citado por Jaques Derrida, “The Violence of the Letter,” en Tropiques Grammatology(Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1976).  Citado a su vez por Patricia Seed, “’Failing to Marvel’: Atahualpa’s Encounter with the Word,” en Latin American Research Review26 (1991): 8.

[18]Beatriz González Stephan, “Escritura y modernización: la domesticación de la barbarie”, Revista Iberoamericana 166-1167 (enero-junio 1994):109.

 

[19]Dennis Tedlock y Barbara Tedlock, “Text and Textile: Language and Technology in the Arts of the Quiché Maya,” Journal of Antrhopological Research41, 2 (1985): 121-46.

[20]Marcia Ascher, Code of the Quipu: A Study in Media, Mathematics, and Culture(Ann Arbor: University of Michigan Press, 1981).

[21]WalterD. Mignolo, The Darker Side, p. 336, n. 12, 79.

[22]Justo L. González, “Devolver lo recibido; la biblioteca de Jorge y Ondina”, Cuba teológica 1 ( 2001): 5.

[23]Francisco Moreno Fernández. Principios de sociolingüística y sociología del lenguaje (Barcelona: Ariel, 1998), p. 143.

[24]Eduardo Galeano, Ser como ellos y otros artículos (México: Siglo XXI, 1992), p. 18.

[25]Clara Sue Kidwell, Homer Noley y George E., “Tink” Tinker, A Native Theology (Maryknoll: Orbis, 2001), p. 180.

[26]Obras completas, v. 13, 370-71, citado por Luis Rivera Pagán, “A Prophetic Challenge to the Church: The Last Word of Bartolomé de las Casas” en The Princeton Seminary Bulletin24 (julio 2003): 240.

[27]Relaciones de la Conquista del Perú (Lima: 1973), p. 15.

[28]J. Guillermo Durán,Monumenta catechetica hispanoamericana-1 (Buenos Aires 1984). Citado por Leonardo Boff, Nova Evangelização. Perspectivas dos oprimidos (Petropolis: Vozes, 1990), pp.31-32.  El catecismo fue escrito por Pedro de Córdoba entre los años 1510-21.

[29]Para una historia del discurso cristiano del miedo cf. Jean Delumeau, El miedo en Occidente (siglos XIV-XVIII) (Madrid: Taurus, 2002).

[30]Para ejemplos contemporáneos  Cf: Anne Morelli, Principios elementales de la propaganda de guerra.

[31]Juan M. Ossio, Los indios del Perú (Quito: Abya-Yala, 1995), pp.134, 167, 96, 156.

[32]Obras completas-10 (Madrid: Alianza Editorial, 1988-98), p.78.

[33]María Luisa Rivara de Tuesta, “El pensamiento incaico”, en Laureano Robles (ed.), Filosofía iberoamericana en la época del Encuentro (Madrid: Trotta, 1992), p.148.

[34]www.laprensahn.com/natarc/9710/n13003.htm-9k

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