«Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.» (Proverbios 3.5)

Hay personas con quienes es imposible dialogar. Para cada experiencia que alguien les cuenta, siempre tienen algo superior y más importante para decir. Y cuando los demás discuten sobre
un tema determinado, aportan su opinión con el único propósito de imponer su punto de vista.
Creen que pueden hablar de todo, incluso de la voluntad de Dios. Su lema es: «Algo habrá hecho tal o cual persona para merecer esto o aquello.»
Se enteran de que alguien sufre, y enseguida lo atribuyen al pecado o a la falta de fe. Saben de un amigo que tiene problemas, y en lugar de ayudarlo, le señalan los errores. Escuchan acerca de la miseria y la pobreza, y en vez de hacer algo para cambiar la realidad, pasan las horas en interminables discusiones sobre lo que debería hacerse para mejorar la sociedad.
¡Son unos auténticos sabelotodo! ¡Gente que presume sabiduría sin tenerla!
Pero los seguidores de Jesús debemos vivir como personas humildes. Por supuesto que estudiamos, leemos la Biblia, tratamos de descubrir las causas y analizamos lo que ocurre a nuestro alrededor. Sin embargo, no lo hacemos como quienes se creen dueños de la verdad sino como personas cuya vida está en las manos de Dios.
Hay misterios que nunca lograremos descifrar, cosas que jamás podremos entender. La sabiduría, pues, consiste en conocer esta realidad, desarrollar nuestra capacidad de comprensión y confiar en nuestro único y sabio Dios.
Sumérgete: Nunca presumamos de lo que no sabemos. Alguien dijo que es preferible parecer tonto por guardar silencio antes que confirmarlo al abrir la boca y decir tonterías.