¡No recurras a la violencia!

¡No recurras a la violencia!

«Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.» (Santiago 1.21)

¡No recurras a la violencia!
Imagen provista por unsplash.com/@brookelark

Desde los comienzos de la humanidad, la violencia ha sido uno de los mayores problemas que las personas han tenido que enfrentar. Pleitos, discusiones, golpes y muerte son varios de los elementos que han enturbiado las relaciones interpersonales desde la antigüedad.

Existen diversas formas de violencia, y aunque cada una tenga sus propias características, todas coinciden en la falta de amor y de respeto por los demás.

Algunas personas violentan a la gente a través de las palabras. Aquí están incluidas todas las expresiones de menosprecio, insultos, críticas destructivas, chismes y rumores, el desaliento, la discriminación…

También están los que ejercen la violencia física. Golpean a la gente con sus puños o ciertos elementos contundentes, roban, cometen homicidios, maltratan a los desvalidos…

Y hay gente que se comporta en forma violenta al mostrar indiferencia hacia los demás y no darles su ayuda cuando más la necesitan. ¡Una violencia encubierta que tal vez perjudica mucho más que las anteriores!

Pero cuando una persona comprende el gran amor de Dios por su creación y decide confiar en Jesús como Salvador de su vida, abandona toda actitud violenta y se transforma en una persona que lleva esperanza y paz a todo lugar.

¿Permitimos que Jesús dirija nuestros pensamientos, sentimientos y actitudes? ¡Busquémoslo en este día y permitámosle estar al mando de nuestra vida! ¡La paz y el amor serán los distintivos de nuestro carácter!

Sumérgete: Nunca recurramos a la violencia. ¡Al contrario! Elijamos la paz y la comprensión como maneras de relacionarnos efectivamente con los demás

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