«Porque con ingenio harás la guerra, y en la multitud de consejeros está la victoria.» (Proverbios 24.6).
¡Vivimos en un mundo en el que todo parece ser instantáneo! Cosas que en otra época solían tardar más tiempo, hoy se pueden concretar en pocos minutos.
Por ejemplo, muchas personas desayunan, comen y cenan con alimentos de preparación instantánea. A nadie le asombra fotografiarse con el teléfono móvil, revisar cómo ha quedado la imagen y enviarla a otro amigo en el mismo momento. No despierta interés descubrir el proceso por el cual podemos conversar y escribirnos en tiempo real con amigos y familiares que se encuentran «al otro lado» del mundo. Y tampoco llama demasiado la atención la posibilidad de hacer las compras del supermercado a través de la Internet.
¡Cuánto tiempo se aprovecha gracias a los productos y la tecnología de comunicación instantánea!
¿Cuál es el problema, entonces? El problema es pensar que las relaciones interpersonales, los sueños y los proyectos también pueden lograrse en forma instantánea. ¡Todo lo contrario! ¡La mayoría de las veces no es así!
- Porque construir una amistad lleva tiempo.
- Ahorrar dinero requiere disciplina personal.
- Alcanzar un objetivo, perseverancia.
- Formar una familia, amor, que es sinónimo de entrega.
- Cultivar las virtudes y las buenas costumbres, constancia.
En otras palabras, la madurez y la estabilidad en la vida no se consiguen de manera instantánea. Son el resultado de tomar buenas decisiones y esmerarnos por hacer todo lo que esté a nuestro alcance para ser mejores personas.
Sumérgete: ¿Nuestra relación con Dios se convirtió en algo instantáneo? ¿Apenas le hablamos antes de cada comida y solo dedicamos el tiempo que nos sobra para leer la Biblia? Quizás por eso no logramos vencer las tentaciones y crecer en la fe. ¡Pensémoslo y hagamos los cambios necesarios!