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Oraciones — Parte 1

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Introducción:

«La oración es considerada en la Biblia como la expresión religiosa más fundamental entre todas las expresiones de la fe. Se presenta en las formas más variadas, algunas veces con una extraordinaria simpleza y otras, con gran complejidad y formalismo» (Clements, 1985: 2). Es, además —y en eso estriba su centralidad—un «camino» hacia Dios que nos introduce directamente al ser de Dios; es decir, por medio de la oración descubrimos a Dios. Por eso nuestra oración debe ser guiada y saturada por Dios mismo, por su Palabra. Al respecto, Dietrich Bonhoeffer (1974: 136) dice lo siguiente:

Por Edesio Sánchez Cetina

El niño aprende a hablar porque su padre habla con él; aprende el lenguaje del padre. Nosotros aprendemos a hablar con Dios porque él nos ha hablado y nos habla. En el lenguaje del Padre celestial aprenden sus hijos a hablar con Dios. Repitiendo las palabras de Dios aprendemos a orar. Así pues, debemos hablar con Dios, y él solo nos escuchará, no en el lenguaje falso de nuestro corazón, sino en el lenguaje claro y puro con que él nos ha hablado en Jesucristo.

Y ese lenguaje con que Dios nos ha hablado en Jesucristo, lo encontramos en la sagrada escritura. De ahí que, si queremos orar con certeza y alegría, el fundamento más auténtico de nuestra oración tiene que ser la palabra bíblica.

Oraciones — Parte 1

La oración como género literario

Al orar con la Palabra se nos enseña que «lo que importa, en definitiva, no es lo que nosotros queremos orar, sino aquello en que Dios quiere ser rogado por nosotros… Lo que debe determinar nuestra oración no es la pobreza de nuestro corazón sino la riqueza de la palabra divina» (Bonhoeffer, 1974: 138).

Deseo empezar con estas ideas, porque si bien al estudiar las «oraciones» como género literario, todos aquellos «trozos literarios» que tienen la estructura y vocabulario característicos de la «oración» pertenecen lógicamente a ese género, no todo lo que se parece literariamente a una «oración» es auténtica oración desde la perspectiva bíblico teológica. Algunas «oraciones» que están en la Biblia, como la de Moisés en Deuteronomio 3.23-26 o la del fariseo en Lucas 18.9-14, aunque tengan la «forma» de una «oración» no se consideran modelos de oración porque el «contenido» atenta contra la verdadera oración, tal como se ha indicado en los párrafos anteriores.

Tres elementos se considerarán en este ensayo sobre la oración como género literario: el vocabulario, la estructura o andamiaje y el contenido, es decir, la «teología». Empecemos con el vocabulario bíblico de la oración.

Palabras clave

Antiguo Testamento

Tenemos en primer lugar el verbo hebreo en hitpael que se traduce como «orar» o «interceder» (palal): 1 Samuel 1.10, 12, 26-27; 1 Reyes 18.29, 35; Jeremías 29.12. Este verbo aparece 79 veces. El sustantivo teffilah («oración», «plegaria») aparece 77 veces, mayormente en los Salmos. Ambos, el verbo y el sustantivo, son las palabras hebreas que más se usan para referirse a la oración. El siguiente verbo es «llamar» (qara). Por supuesto, no todas las 730 veces que aparece se refiere a la oración. Cuando el sujeto es el ser humano y el receptor es Dios (unas 89 veces), el motivo puede ser «alabanza» (Gn 12.8; 13.4; Sal 80.19), «acción de gracias», «lamento» o «grito para pedir ayuda» (; Sal 18.7). El tercer verbo es saal («demandar», «suplicar», «hacer una petición»): 1 Reyes 3.11; Salmo 27.4; 122.6. El verbo atar se utiliza solo para referirse a la oración, es decir, el destinatario de la «súplica» u «oración» siempre es Dios, casi siempre en sentido de lamento o queja (1 Cr 33.13; Job 22.27). Este verbo también se utiliza para referirse a la oración de «intercesión» (Gn 25.21; Ex 8.9, 26-27). Solo aparece 20 veces en el Antiguo Testamento. A la «petición» y la «intercesión» pertenece también el verbo pagaʼ (Is 53.12; 59.16; Jr 7.16). El verbo swʼ tiene el sentido de «clamar por ayuda» (Sal 31.22; 88.13; Jon 2.3). Ese mismo significado tiene el verbo zaʼaq: «Clamaron a ti, y fueron liberados» (Sal 22.5, RVR-60; cf. Jue 3.9, 15; 6.6; 7.1). En sentido de «pedir ayuda» o de «buscar un favor» está el verbo jalah (Sal 119.58; Jr 26.19). El verbo halal es muy común en oraciones de «alabanza» (Sal 113.1; 117.1 y muchos más). Hay, sin duda, otras palabras o expresiones que se refieren a la oración, pero las citadas son las más comunes en el Antiguo Testamento.

Oraciones — Parte 1
 

Nuevo Testamento

En el griego, las palabras más comunes para «oración» son proseújomai («orar», «suplicar», «rogar», «prometer») y eujé («oración», «voto», «promesa»). El verbo aparece 85 veces en el Nuevo Testamento y el sustantivo, 37. De acuerdo con H. Schönweiss (1983: 219), «el NT recoge el concepto veterotestamentario de oración en todos sus aspectos y lo orienta hacia la oración de Jesús, de la cual se habla continuamente en él, y que por su parte toma algunos elementos de la oración y de la mentalidad veterotestamentarias». Lucas y Hechos son los que más usan estas palabras para referirse a la oración (Lc 3.21; 11.1; Hch 1.14, 24; 6.6; 13.3). Mateo, Marcos, Pablo y las epístolas universales también las usan (Mt 6.6; Mc 1.35; Ro 8.26; Col 1.3; Stgo 5.17). El otro verbo griego es aiteo («suplicar», «pedir») y su sustantivo es aítema («súplica», «plegaria», «petición»). El verbo aparece 70 veces en el Nuevo Testamento, y aparece sobre todo en los Evangelios y muy pocas veces en el resto del Nuevo Testamento (Mt 21.22 [aquí el verbo aparece junto con proseújomai]; lo mismo pasa con Mc 11.24 y Col 1.9; véase también Jn 14.13-14; 15.7, 16, 23-26). Jesús nunca utiliza el verbo aiteo en sus oraciones. El verbo entegjano se usa en el sentido de «intercesión» (Hch 25.24; Ro 8.27, 34; 11.2; Heb 7.25). Con el sentido de «suplicar» e «implorar» aparece el verbo déomai (Lc 22.44; Hch 10.2; Heb 5.7). Además, estas palabras que se refieren directamente a la oración como acto «oral», existen algunas palabras o expresiones que indican la actitud del orante: «doblar las rodillas» (Lc 22.41; Hch; Ef 2.10), «postrarse» (Ap 19.10).

Estructura

En una mirada general, las oraciones presentes en las tradiciones más antiguas se definen como simple conversaciones entre Dios y el hombre o la mujer (Gn 3.8-19; 4.9-15; 15.1-16; Ex 3.1-15). En varias ocasiones el ser humano responde con una pregunta o petición (Gn 15.2; 18.23). Una de las pocas oraciones en épocas tardías que se muestran como diálogo entre un ser humano y Dios es la del profeta Isaías (Is 6). En ella, Isaías se reconoce pecador, pide limpieza de vida, escucha la necesidad de aceptar la misión divina, acepta el desafío y el envío a ejecutar la misión.

Los Salmos, por su parte, indican que la oración tiene como sujeto al ser humano, y a Dios como receptor. En este estudio, consideraremos tanto los salmos como las oraciones fuera del Salterio, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.

Los principales autores sobre el tema de la oración en la Biblia, al hablar de las formas literarias dentro del género oración, indican que estas se restringen, en última instancia a dos: «súplica» y «alabanza» (véanse como ejemplo Miller, 1994: 55 y González, 1968: 103, 106). Entre ellas, dice González, se mueve una larga gama de formas de oración (104): acción de gracias, confesión, intercesión… Empecemos con la más común y la más numerosa: «las súplicas».

Oraciones Parte I

Súplica

Salmos 107.6 expresa muy bien el espíritu de este tipo de oraciones: Pero en su angustia clamaron al Señor, y él los libró de la aflicción (DHH). A pesar de la gran cantidad de oraciones de este tipo, casi todas ellas mantienen una estructura común, aunque el orden varíe de una oración a otra: invocación a Dios (formas de dirigirse a Dios), petición, motivo, lamento de la situación en la que se vive, expresiones de confianza y seguridad.

El Salmo 13 sirve como ejemplo de esta estructura:

La invocación a Dios (v. 1) es muy simple: YHVH.

En la petición o súplica (vv. 3-4) aparecen tres verbos en imperativo: mira, respóndeme y alumbra. Todos estos imperativos están dirigidos a Dios, mostrándose así que el salmista está plenamente consciente de que solo YHVH puede resolver su situación de abandono, angustia y humillación.

La motivación, también en estructura de tres, le indica a Dios por qué debe de recurrir en su ayuda: Para que no caiga yo en el sueño de la muerte, para que no diga mi enemigo: «Lo he vencido», para que no se alegre mi enemigo si yo fracaso.

El lamento, entremezclado con la «invocación a Dios», está formado por una serie de preguntas retóricas que describen la triple situación que vive el suplicante. Las primeras dos preguntas (v. 1) se centran en Dios, a quien el salmista tiene por interlocutor, es decir, un «TÚ». La siguiente pregunta (v. 2a) apela al «YO» del salmista, y refleja el profundo estado de depresión del suplicante. La última pregunta (v. 2b) se refiere a un «ÉL», es decir, el enemigo que humilla al suplicante. Así, en una serie de tres se abarcan todos los círculos de experiencia existencial del ser humano: lo religioso o espiritual, lo psicológico y lo social.

La parte que se refiere a las expresiones de confianza y seguridad (vv. 5-6) está formada por dos series de tres que afirman la confianza del salmista y su anhelo de alabar al Señor. Hay tres referencias de Dios y sus acciones: El amor o la solidaridad divina, la salvación divina, y el nombre de Dios, YHVH. Hay tres anuncios de parte del salmista: Yo confío en tu amor, me alegro por tu salvación, cantaré a YHVH por el bien que me ha hecho.

Lo mismo ocurre con las oraciones de súplica en prosa, aunque en la mayoría de estas, la porción referida a la confianza o alabanza a Dios está ausente. En Deuteronomio 9.26-29 (DHH), Moisés hace una súplica a Dios en favor de Israel; la estructura es la siguiente:

Invocación (v. 26): Señor,

Súplica (vv. 26-27):

no destruyas a este pueblo, que es tuyo, que tú liberaste con tu grandeza y sacaste de Egipto con gran poder. Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac y Jacob. No tengas en cuenta la terquedad de este pueblo, ni su maldad y pecado,

Motivación (vv. 28-29)

para que no se diga en el país del que nos sacaste: El Señor no pudo hacerlos entrar en el país que les había prometido, y como los odiaba, los hizo salir de aquí para hacerlos morir en el desierto.29 Pero ellos son tu pueblo, son tuyos; tú los sacaste de Egipto con gran despliegue de poder.

Las oraciones de lamento o súplica no son muy frecuentes en el Nuevo Testamento. En Mateo 27.46 tenemos un ejemplo de este tipo de oración en boca de Jesús, al citar Salmos 22.1. Véanse también Mateo 26.39 y 42.

Diferencias entre estos 3 tipos de oración

La lectura cuidadosa de las oraciones de «súplica», pronto mostrará la gran variedad de maneras en las que el suplicante organiza y forma cada una de las partes. En el caso de la invocación, el orante se dirige a Dios con el simple vocativo «YHVH» o «Dios», como también agregando el pronombre posesivo «mi». En otros casos usa la expresión «Señor Dios» o algún otro apelativo como: «Omnipotente», «mi refugio», «mi roca», «mi salvación». En un buen número de oraciones, el suplicante acompaña la invocación con alguna expresión de alabanza. Salmos 70.4 es un buen ejemplo: Pero que todos los que te buscan se llenen de alegría; que los que desean tu salvación digan siempre: «¡Dios es grande!». Los lamentos también muestran cambios importantes. Como ocurre con el Salmo 13, algunas veces el lamento o queja es directamente contra Dios mismo (Ex 5.22; Jos 7.7-9; Sal 44.24; 74.1). En los Salmos, más que en las oraciones de prosa, la descripción gráfica de la situación personal del suplicante forma parte esencial de la queja o lamento. El Salmo 88.3-6 (TLA) es un excelente ejemplo:

Sufro tantas calamidades
que estoy al borde de la muerte.
¡Parece que ya no tengo remedio!
¡Hasta hay quienes me dan por muerto!
Parezco un cadáver ya enterrado,
al que nadie toma en cuenta
porque la muerte se lo llevó.
Es como si estuviera
en el barranco más oscuro.

Junto con la queja contra Dios y la descripción de la penosa situación del suplicante, las quejas o lamentos también narran de manera grandilocuente el sufrimiento causado por el enemigo. Salmos 13.3 contiene este elemento, lo mismo que 27.11-12; 74.22-23. La parte referida a la petición o súplica propiamente hablando es la que quizá muestra la mayor cantidad de elementos: (1) que Dios «escuche» (2 R 19.16); que Dios le quite la vida al suplicante (1 R 19.4); por sanidad (Nm 12.13; Jr 17.14); por salvación (Gn 32.11; 2 Cr 14.11; Sal 69.1); por juicio o castigo contra el enemigo (2 Cr 20.12; Sal 3.7; Jr 11.20); que Dios «recuerde» al suplicante o algo respecto de él (Jue 16.28; 2 R 20.3); por enseñanza y dirección (1 R 3.7, 9); por bendición (1 Cr 14.10). Las motivaciones o «razones por las que Dios debe actuar a favor del suplicante» apelan, en primer lugar a la «naturaleza» y «carácter» de Dios. Moisés, en su no aceptada oración de Deuteronomio 3.23-26, dice así: He visto tu grandeza y tu poder. Ni en el cielo ni en la tierra hay otro Dios como tú, que pueda hacer tantas maravillas (v. 24, TLA). Véanse también, Génesis 18.23-25; Salmo 25.5 y Jeremías 11.20. En segundo lugar, el suplicante apela a Dios argumentando desde su situación de total debilidad y vulnerabilidad: Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy enfermo; Sáname, oh Jehová, porque mis huesos se estremecen (Sal 6.2, RVR; cf. Nm 11.14). En tercer lugar, se apela a la relación existente entre Dios y el suplicante: Señor, no destruyas a este pueblo, que es tuyo, que tú liberaste con tu grandeza y sacaste de Egipto con gran poder (Dt 9.28, DHH; cf. Sal 74.1-2). En los Salmos, sobre todo, aparecen de manera constante las expresiones de confianza y seguridad. En un buen número de ejemplos, esa parte se abre con el disyuntivo «pero», como en el caso del Salmo 13. Salmos 4.8 (RVR) es un excelente ejemplo de expresión de confianza y seguridad: En paz me acostaré, y asimismo dormiré; Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado. Salmos 13.6 es también ejemplo de la presencia de una palabra de alabanza o de acción de gracias que recuerda una experiencia de salvación o la espera de ella con seguridad: mi corazón se alegra porque tú me salvas. ¡Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho! (DHH).

Alabanza

El Salmo 100 nos servirá de modelo para hablar de la estructura de las oraciones de alabanza. Esta oración, como la mayoría de las «alabanzas» tiene dos partes: Invitación a la alabanza y razón de la alabanza. En nuestro salmo, la «invitación a la alabanza» se muestra a partir de los siete imperativos que se encuentran en los versículos 1-4. El imperativo Aclamad abre la primera invitación, convocando a los habitantes de todo el orbe a que adoren a Dios (v. 1). La «razón para la alabanza» se presenta en los versìculos 3 y 5, introducida por la conjunción hebrea ki («que», «porque»): Porque YHVH es Dios, él nos hizo, somos su pueblo, somos ovejas de sus pastos, YHVH es bueno, su gran amor es para siempre y su fidelidad no tiene fin. Es importante indicar aquí que las razones para elevar a Dios una oración de alabanza tiene que ver con lo que hace a favor del individuo y la comunidad (alabanza informativa) y lo que es (alabanza descriptiva), es decir su grandiosa obra de creación y la plenitud de su ser (Westermann, 1994: 28). El Salmo 117 es un corto ejemplo similar al Salmo 100: El salmo empieza y termina con la «invitación a la alabanza». El versículo uno inicia y termina con el imperativo «alabad»; el salmo se cierra con un «aleluya» que simple y llanamente quiere decir, «alabad a YHVH». La «razón para la alabanza» aparece en el versículo dos, y está introducida por la conjunción «porque».

Ejemplos de oración de Alabanza

Fuera de los Salmos, Éxodo 15 es uno de los ejemplos más antiguos de este tipo de oración, y el versículo 21 es un excelente resumen: Cantad a Jehová, porque en extremos se ha engrandecido; ha echado en el mar al caballo y al jinete (RVR). Isaías 44.23 es también ejemplo de la oración de alabanza, y su estructura muestra, bien marcados, los dos elementos que la integran. Como ejemplo de oración de alabanza en prosa tenemos Éxodo 18.10-11. Jetro, suegro de Moisés, eleva una oración a Dios por haber librado los hebreos de la opresión egipcia: Bendito sea el Señor, que los ha librado a ustedes, pueblo de Israel, del poder del faraón y de los egipcios; que los ha librado del poder opresor y de la insolencia con que ellos los trataron. Esta oración, de acuerdo a varios biblistas, está en la frontera entre oraciones de alabanza y de acción de gracias.
En el Nuevo Testamento, Apocalipsis 5.9-14 nos ofrece un modelo de oración de alabanza. Los dos elementos que caracterizan este tipo de oración aparecen entremezclados. Sobre las oraciones en Apocalipsis, Oscar Cullmann dice lo siguiente (1999: 186-187):

En el Apocalipsis de Juan, las oraciones «…son de alabanza y acción de gracias… No está pronunciadas por seres humanos en la tierra, sino en el cielo y al final. A pesar de ello, pueden servir como fuente para conocer las oraciones de alabanza y acción de gracias o doxologías que se recitaban en la comunidad… A diferencia de las oraciones que figuran en los otros escritos del Nuevo Testamento, casi todas dirigidas a Dios, varios himnos del Apocalipsis de Juan ensalzan a Cristo, el «cordero inmolado».

Oraciones — Parte 1

 Caracteristicas desde el punto teologico

Desde una perspectiva más teológica, podemos ver con los Salmos 34.1-3; 29.1-2; 33.1-5 y 1 Timoteo 1.17 que la oración de alabanza consiste en glorificar a Dios por lo que él es y cómo ese ser de Dios nos alcanza, posee y transforma. Este tipo de oración se enfoca plenamente en Dios y nace de él mismo. Con la oración de alabanza, proclamamos la excelencia de Dios, sus perfecciones, sus glorias, y su carácter.

Lo que Dios es no puede, por supuesto, verse en abstracto; por ello, alabamos a Dios porque en su ser está el actuar en favor de nosotros y de todas sus criaturas. En este sentido, nuestra oración de alabanza reconoce la bondad de Dios, su paciencia, su amor, su gracia, su conocimiento, su poder, su santidad, su sabiduría, y su grandeza.

Títulos de Dios a usar

En relación con lo anterior, la oración de alabanza es el mejor momento para aclamar a Dios con los títulos y apelativos con los que la Biblia lo llama:

(1) Dios Padre es Proveedor, Soberano, Pastor, Creador, Todopoderoso, Omnisciente, Omnipresente, Inmutable, Soberano, Viviente, Amor, Misericordioso, Santo, Justo, Dios de paz.

(2) Dios Hijo (Jesucristo) es Cabeza de todas las cosas, Cordero de Dios, Luz del mundo, Buen Pastor, Salvador, Camino, Verdad y Vida, Pan de vida, Único Mediador, Rey de reyes, Alfa y Omega, Emanuel, Fiel, Amado, Jesucristo, Hijo único, Príncipe de Paz, Juez justo.

(3) El Espíritu Santo es El Enviado, Renovador, Dador de todo don, Consolador, Productor de frutos, Maestro de oración, Unificador y Constructor, Guía, Llenador, Bautizador, Redargüidor.

*****Busque la segunda parte de este artículo aquí: «Oraciones — Parte 2» 

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