Pensemos bien antes de hablar

Pensemos bien antes de hablar

«Lazo es al hombre hacer apresuradamente voto de consagración, y después de hacerlo, reflexionar.» (Proverbios 20.25).

«No, yo no hago lo que decía que hay que hacer.»

Minutos antes la periodista había hablado de las bondades de cierto programa televisivo que su entrevistada había conducido años atrás. Se trataba de un espacio desde el que la ahora desdichada mujer solía lanzar consignas en torno a la autoayuda, el éxito personal y la espiritualidad. Pero algo había sucedido entre aquella época y el momento presente: un escándalo mediático aniquiló de un día para el otro su matrimonio y, con él, su autoestima, popularidad y profesión.

Allí estaba la pobre, sentada frente a una persona que revolvía su pasado con preguntas. Fue entonces que la periodista le dijo: «Usted solía hablar mucho de la felicidad y de cómo superar las dificultades de la vida, pero… ¿pone ahora en práctica sus propios consejos? ¿Vive de acuerdo a aquellas enseñanzas?» Las palabras del principio de este texto fueron la triste, aunque sincera, respuesta de la mujer.

No es la primera vez que alguien es forzado a reconocer su incapacidad para vivir lo que antes expresaba de manera tan fácil a través de las palabras…

«Palabras»: Promesas de fidelidad que no se cumplen cuando la vida aprieta.

«Palabras»: Discursos de campaña política que se olvidan cuando se gana una elección.

«Palabras»: Sermones que se convierten en bofetadas para quien es descubierto haciendo lo contrario de lo que predicaba.

Pensemos bien antes de hablar, consideremos si podremos hacer lo que prometemos y esforcémonos por vivir siempre de acuerdo a nuestras convicciones.

Sumérgete: Pidámosle a Dios que nos ayude a cumplir nuestras promesas. Comprometámonos a llevar a cabo lo que él enseña en la Biblia y podremos disfrutar de una vida feliz.

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