«Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.» (1 Corintios 12.27)

Los seres humanos no fuimos creados para vivir en soledad. En mayor o menor medida, todos deseamos ser parte de un grupo de personas con quienes podamos compartir distintas realidades de nuestra vida. ¡Qué importante es pertenecer!
La gente se reúne con quienes comparte intereses y gustos.
Algunos eligen integrar las denominadas «tribus urbanas», un fenómeno que une a muchísimos jóvenes alrededor del mundo, que se identifican por la manera de hablar, vestirse, cortarse el pelo, la música que escuchan.
Otros son parte de organizaciones dedicadas al cuidado del medio ambiente o la realización de actividades de acción social, y desde allí hacen su mayor esfuerzo para concientizar a la gente y mejorar el planeta Tierra.
Y así podría continuar una larga lista de actividades que los hombres y las mujeres realizamos en nuestro deseo de vivir en comunidad y no estar aislados.
Cuando creemos en Jesús y lo recibimos en nuestra vida, nos convertimos en hijos de Dios.
¡Ahora pertenecemos a su familia! Esto es maravilloso y revolucionario a la vez, porque más allá de nuestras experiencias personales, familiares y sociales, siempre podremos disfrutar de una relación firme y estable con nuestro Creador y los hermanos en la fe.
Sumérgete: Disfrutemos cada día de la bendición de formar parte de la familia de quienes confían y siguen a Jesús en todo lo que dicen y hacen. ¡No hay motivos para vivir en soledad!