«Los pensamientos con el consejo se ordenan; y con dirección sabia se hace la guerra.» (Proverbios 20.18)

Durante la juventud debemos tomar decisiones importantes acerca de nuestro futuro y esmerarnos por llevarlas a cabo con firmeza y entusiasmo. Porque si no tenemos un plan de vida, nunca llegaremos a concretar nuestros sueños y deseos.
- Debemos planificar nuestra vocación. ¿Cómo llegaremos a concretar la profesión, el oficio o el talento artístico que elegimos? ¿Dónde aprenderemos lo que se precisa para lograrlo? ¿Cómo conseguiremos el dinero para pagar los estudios? ¿Cómo utilizaremos nuestros talentos y dones para ayudar a los demás?
- Debemos planificar nuestra familia. A menos que Dios nos dé alguna indicación específica acerca de una misión determinada, nos dará muchísima alegría la posibilidad de casarnos y formar nuestra propia familia. ¿Qué características nos gustaría que tuviera nuestro esposo o esposa? ¿Cuántos hijos quisiéramos tener? ¿Cómo pagaremos los gastos?
- Debemos planificar nuestra personalidad. ¿Qué valores guiarán nuestras decisiones? ¿Seremos buenos amigos? ¿Cómo manejaremos las finanzas? ¿Cuáles principios guiarán
nuestra vida? ¿De qué manera nos relacionaremos con Dios? ¿Qué haremos con el tiempo
libre?
Planificar significa pensar en el futuro y no dejar que pase el tiempo sin tomar las riendas de nuestra vida. En otras palabras, elegir qué cosas haremos y cuáles evitaremos. ¡Dios nos ayudará en el proceso!
Sumérgete: No temamos las posibles equivocaciones y errores que pudiéramos cometer de forma involuntaria. Consideremos nuestras capacidades y la situación de vida y atrevámonos a soñar en grande. ¡Con esmero, disciplina y confianza en Dios podremos alcanzar nuestras metas!