Este trabajo está dedicado a considerar una serie de problemas de traducción que se encuentran en el cuarto Evangelio (Evangelio de Juan). Estos problemas son de diversa índole y pueden considerarse representativos de los que se encuentran en muchos otros lugares de la Biblia y por eso sirven para exponer los criterios con los que el traductor debe abordarlos. Están divididos en las secciones que aquí se describen.
Por Pedro Ortiz Valdivieso
1. El texto (crítica textual)
Toda traducción bíblica se hace normalmente sobre el texto original (hebreo, arameo o griego). Puesto que no se conservan los autógrafos de ningún libro de la Biblia (como tampoco de ninguna obra literaria de la antigüedad), hay que recurrir a las copias y a otros testigos como las traducciones antiguas. La reconstrucción de la forma más primitiva de un texto (sea bíblico o de otro tipo) es el trabajo de la crítica textual. El traductor tiene a su disposición las ediciones críticas de los textos originales, que es lo que ordinariamente toma como punto de partida. Aquí me fijaré especialmente en el caso del cuarto Evangelio. La edición crítica más usada hoy es The Greek New Testament (4a. edición revisada, 1994, United Bible Societies). Hay que saber, sin embargo, que existen más ediciones críticas o por lo menos otras reconstrucciones del texto original, pues, además de las ediciones críticas de todo el texto del NT, tenemos las reconstrucciones que hacen algunos comentarios o incluso algunas traducciones. Así pues, hay diversas opiniones sobre lo que era el texto original de un lugar determinado. Aunque la citada edición se ha hecho estándar para el NT, pues está preparada por un grupo de especialistas de diversas confesiones, no se debe considerar como el «texto canónico», sin más; es la opinión de un grupo de expertos cualificados. Algunos comentarios serios se apartan de ese texto. Por lo que se refiere al texto de Juan, voy a fijarme en algunos puntos concretos:
La mujer sorprendida en adulterio (Jn 7.53—8.11)
Este relato falta en los manuscritos más antiguos del Evangelio (Papiros 66 y 75, de comienzo del siglo III, en los códices Sinaítico y Vaticano, del siglo IV, etc.), aunque se encuentra en algunos manuscritos más recientes y el hecho es mencionado por autores del siglo II). Pero llama la atención que algunos manuscritos la incluyan en otros lugares de Juan o de Lucas. Por lo que concierne a la atestiguación externa, hay que decir que el relato no presenta la garantía de ser parte de la forma primitiva de Juan. A esto se añade el análisis literario. En un relato considerablemente corto (12 versículos) se encuentran muchas palabras y expresiones que no son corrientes en Juan. La crítica literaria confirma, pues, los resultados de la crítica textual. Por eso las ediciones críticas y los comentarios recientes del Evangelio consideran que este texto no era parte de la forma primitiva de Juan.
Sin embargo, con lo anterior no queda dicho todo. El hecho de que autores del siglo II (como Papías, obispo de Hierápolis) conozcan y mencionen lo indicado en el párrafo anterior nos muestra que era conocido desde tiempos muy antiguos. Por eso se puede suponer que el relato existió primero como una narración independiente que luego fue incorporada al Evangelio de Juan, cuando ya todo el material proveniente de la tradición antigua había quedado incorporado en los cuatro Evangelios. Por eso se puede plantear la pregunta: aunque no forme parte del estilo primitivo de Juan, ¿puede y debe considerarse como parte del NT? La edición The Greek New Testament lo tiene en el texto incluido entre dobles corchetes. Según la explicación dada en la introducción de esta edición, «el doble corchete en el texto indica que consta que los pasajes incluidos, que de ordinario son bastante extensos, no son parte del texto original, sino adición hecha en una etapa muy antigua de la tradición. Se incluyen en el texto de esta manera por causa de su antigüedad y de la posición que han gozado tradicionalmente en la Iglesia (v. gr. Jn 7.53-8.11)». Quedará, pues, a la responsabilidad de las diferentes iglesias determinar si se deben considerar como parte del texto canónico del NT. De hecho, la mayoría de las traducciones del NT lo incluyen, aunque indican de alguna manera o de otra (generalmente en notas o con alguna otra señal) los problemas de crítica textual.
En este pasaje se presentan diversos problemas de crítica textual. El más importante se refiere a si los vv. 3b-4 se deben considerar parte del texto original o no. Los vv. 2-3a (DHH) dicen: En Jerusalén, cerca de la puerta llamada de la Ovejas, hay un estanque que en hebreo se llama Betzatá. Tiene cinco pórticos, en los cuales se encontraban muchos enfermos, ciegos, cojos y tullidos echados en el suelo. Y el v. 5 continúa: Había entre ellos un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años. Pero entre estas dos frases algunos manuscritos insertan la siguiente explicación (vv. 3b-4): «que esperaban el movimiento del agua. Porque de cuando en cuando un ángel bajaba al estanque y removía el agua, y el primero que se metía en ella, después de haber sido removida, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviera». Estas frases faltan en los más antiguos testigos del texto (Papiros 66 y 75, códices Sinaítico y Vaticano, etc.), aunque se encuentran en algunos manuscritos posteriores. La crítica textual opina que ellas no formaban parte del texto primitivo del Evangelio (se da al texto que omite esas palabras la calificación «A», es decir cierto). La explicación más probable de esta inserción es que se trata de una glosa explicativa, inicialmente añadida en el margen, que posteriormente fue incluida en el texto. Con esta glosa se quería explicar las palabras que dice el enfermo más adelante en el v. 7 sobre el movimiento del agua. Aquí no parece que se deba aplicar la consideración del caso anterior, aunque es conveniente añadir una nota que informe sobre la variante.
El otro problema de crítica textual de este pasaje se refiere al nombre del estanque. En los manuscritos aparece bajo muchas formas: «Betzatá» (códice Sinaítico), «Belzetá» (códice D), «Betsaida» (Papiros 66 y 75, códice Vaticano), «Betesda» (códice A y muchos otros). La forma más antigua es «Betsaida», pero probablemente se debe a una confusión con la aldea de ese nombre, situada junto al lago de Galilea (cf. Jn 1:44, etc.). Quedan como alternativas las otras dos: «Betzatá» y «Betesda». La edición The Greek New Tstament optó como más probable (pero con calificación C, es decir, que el comité editor tuvo dificultades en decidir cuál variante adoptar) la forma «Betzatá». En cambio, Raymond Brown en su comentario prefiere la forma «Betesda», basado en el hecho de que en el rollo de cobre hallado en Qumrán se habla de una zona en Jerusalén llamada «Bet Eshdatayin». De hecho, es posible que las dos formas sean variantes de un mismo nombre: una puede ser la forma aramea («Betzatá») y otra la forma hebrea («Betesda»).
¿Singular o plural en Jn 1.13?
El texto griego de este verso dice así (en una traducción muy literal): «los cuales no de las sangres ni de la voluntad de carne ni de la voluntad de varón sino de Dios fueron engendrados». Este es el texto que se encuentra en todos los manuscritos griegos y en la mayoría de los demás testigos textuales. Estas frases, pues, se refieren a «los que creen en su nombre». Sin embargo, en algunos testigos textuales, sobre todo latinos, se leen estas frases en singular: «el cual no de las sangres ni de la voluntad de carne ni de la voluntad de varón sino de Dios fue engendrado». Obviamente, el singular se refiere al Logos (es decir, a Jesucristo, la Palabra que ha venido al mundo). Todas las ediciones críticas que conozco aceptan la forma plural, única atestiguada en los manuscritos griegos, como forma original. Sin embargo, en la primera edición de la Biblia de Jerusalén se adoptó la forma singular, gracias a lo cual es bastante conocida entre los lectores de habla española. Con todo, en la nueva edición de 1998 (NBJ) ya se pasó a la forma del plural. Probablemente, la forma singular, que es casi exclusiva de una parte de la tradición latina, se debe explicar como una aplicación de esa frase a Jesucristo, bien sea para hablar de su generación divina, bien sea referida a su concepción virginal. Dada esta aplicación del texto, se puede entender que algunos testigos textuales latinos lo hayan considerado como la forma primitiva del texto.
¿Dios unigénito o Hijo unigénito? (Jn 1.18)
Otra variante textual importante se encuentra en Juan 1.18. Este v. dice: A Dios nadie lo ha visto jamás; uno que es Dios unigénito y está en el seno del Padre es quien lo ha dado a conocer (traducción bastante literal). Esta es la forma mejor atestiguada (Papiro 66, Sinaítico primera mano, Vaticano, etc.). De igual manera es esta otra forma: El Dios unigénito… (Papiro 75, Sinaítico segundo corrector, etc.). Una forma menos antigua pero que se encuentra en muchos testigos dice: El Hijo unigénito... La edición The Greek New Testament adopta la primera forma con la calificación de «B» (el texto es casi cierto). Muchas otras ediciones y traducciones tienen igual texto. Sin embargo, la edición de Bover (1943), la Biblia de Jerusalén y el comentario de R. Schnackenburg prefieren la forma «el Hijo unigénito». En griego era fácil la confusión por el hecho de que muchos nombres sagrados se escribían en abreviatura. «Dios» se escribía abreviado como ΘC e «Hijo» como YC, que se podían confundir fácilmente. El traductor tiene que optar por una de las dos variantes, pero es conveniente poner una nota sobre la otra posible alternativa del texto.
2. La puntuación
Los manuscritos antiguos no usaban puntuación y las palabras se escribían sin separación. Lo más seguro es que los originales del NT también se escribieron de igual forma. Como es fácil de ver, las posibilidades de entender los textos, según donde se coloquen los signos de puntuación, pueden ser muchas. Así, por ejemplo, Juan 3.15 puede leerse: «para que todo el que crea en él, tenga vida eterna» o también «para que todo el que crea, en él tenga vida eterna». Cualquiera de las dos lecturas da un sentido aceptable y en este caso no cambia notablemente el contenido. Juan 14.2 dice (NBJ): En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Pero la edición griega (GNT) tiene la segunda frase como interrogativa: ¿Les habría yo dicho a ustedes que voy a prepararles un lugar?, que en la reestructuración propia de la DHH queda como frase negativa: Yo no les hubiera dicho que voy a prepararles un lugar.
Probablemente los casos más notables de diversas posibilidades de puntuación en Juan son los siguientes.
Juan 1.3-4
La segunda y tercera estrofa del prólogo (Jn 1.3-4) puede leerse de dos diversas maneras, según donde se haga la pausa principal.
Lectura A (traducción muy literal): Todo llegó a ser por medio de él, y sin él no llegó a ser nada de cuanto ha llegado a ser. En él había vida, y la vida era la luz de los hombres.
Lectura B (traducción literal): Todo por medio de él llegó a ser, y sin él no llegó a ser nada. Cuanto ha llegado a ser en él era vida, y la vida era la luz de los hombres. Algunos suavizan esta frase traduciendo: para cuanto ha llegado a ser en él había vida, pero, desafortunadamente, el «para» no está en el texto griego sino que normalmente el «cuanto ha llegado a ser» debe entenderse como el sujeto de la frase.
Los manuscritos más antiguos que conocemos de este pasaje (Papiros 66 y 75, códices Vaticano y Sinaítico) no tienen puntuación. Los comentarios patrísticos están divididos en cuanto a la interpretación del texto. Por consiguiente, no pueden servir para dirimir esta cuestión. El asunto debe decidirse por el análisis de la forma y del contenido.
La dificultad estilística contra la Lectura A es que la frase «nada de cuanto ha llegado a ser» resulta bastante recargada, pues hubiera bastado con decir «nada». Contra el contenido no hay ninguna objeción.
En cambio, contra la Lectura B hay serias objeciones tanto desde el punto de vista del estilo como del contenido. Es notable que la primera estrofa del prólogo (Jn 1.1-2), la cual es considerada como himno, trabaja con la repetición del verbo griego eimi en imperfecto, repetido cuatro veces (este procedimiento se pierde en las traducciones castellanas, ya que resulta imposible usar las cuatro veces la forma «era»), debido a que se refiere a la preexistencia eterna del Logos. En la segunda estrofa, en cambio, pasa a usar el verbo ginomai («llegar a ser»), que en la lectura A aparece tres veces y se refiere al devenir de las cosas creadas. En la cuarta estrofa (1.5) vuelve al verbo «ser» en imperfecto, pues dirige otra vez la mirada al Logos preexistente, pero ahora como fuente de vida para «los hombres» (no para todos los seres). Pero la principal objeción contra la Lectura B proviene del sentido de la palabra «vida». Esta palabra, que es uno de los conceptos más importantes en Juan y que aparece con frecuencia en el Evangelio (34 veces), nunca designa la existencia física de los seres creados, sino que siempre se refiere al don salvífico por excelencia que Cristo comunica a los que creen, y que muchas veces llama «vida eterna». Cuando Juan se refiere a la vida física usa la palabra psyje (cf. 10.11, 15, 17; 12.25; 13.37s; 15.13). Sería, pues, muy extraño que solamente en Juan 1.14 se usara el término «vida» para referirse a la existencia física de todos los seres. Por otra parte, la frase tal como está es muy extraña: «todo lo que llegó a ser era vida en él». En Juan solamente de Cristo se dice que es la vida (14.6). Algunos tratan de desvirtuar estos argumentos suponiendo que el prólogo de Juan se basa en un himno prejuanino que ha sido utilizado por el evangelista, y que las ideas del himno previo no tenían que coincidir con las del resto del Evangelio. Pero es claro que lo que tenemos en Juan 1.1-18 no es el himno primitivo (aunque es probable que este haya existido) sino una versión reinterpretada, reelaborada por el evangelista. Los conceptos básicos que aparecen en esa estrofa (vida, luz, tinieblas) son típicamente juaninos. Por eso, me parece mucho más probable la Lectura A.