«…y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.» (Efesios 4.23-24)
¡La vida cristiana es un movimiento continuo!

El proceso comienza el día en que decidimos creer en Jesús y vivir como él quiere. Desde entonces, todo empieza a cambiar: nuestros valores, las prioridades, la manera de administrar el dinero, el manejo de los sentimientos… ¡Comenzamos a experimentar una transformación progresiva que se extenderá a lo largo de la vida!
Cuando seguimos a Jesús cada día y le permitimos que nos dirija, podremos ver cambios en todo lo que hacemos:
- ¡Un vocabulario nuevo! Las quejas y las malas palabras ya son parte del pasado. Ahora tenemos cuidado de no ofender a los demás e intentamos mejorar nuestro lenguaje.
- ¡Relaciones diferentes! El «sube y baja» emocional, el hablar mal por detrás, la falta de amistad genuina, el trato indiferente hacia nuestros padres… ¡todo quedó atrás! Ahora practicamos la sinceridad, la fidelidad, el respeto por los mayores…
- ¡Nuevas prioridades! Dios es el número uno de nuestra vida, nos preocupamos por ayudar a los demás, no nos interesa tanto el aspecto externo de la gente, aprendemos a ordenar la vida y no nos dejamos controlar por los sentimientos o la pasión del momento.
Que nuestras palabras y actitudes siempre reflejen el cambio más importante que Dios ha hecho en nuestra vida: perdonar nuestros pecados y darnos una vida nueva, llena de aventuras, bendición y paz.
Sumérgete: Pensemos en la realidad actual y hagamos una lista de las cosas que debemos cambiar. Entonces, pidámosle a Dios que nos ayude y realicemos los cambios necesarios.