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¿Qué «desierto» estás dispuesto a urbanizar?

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«Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible.» (Marcos 9.23).

Cuando Carlos arribó a aquella zona árida del sur de Buenos Aires (Argentina), su inmensidad le hizo tragar saliva y lo llevó a considerar la posibilidad de abandonar su proyecto. ¡Kilómetros de arena junto a una extensa costa marítima!

«Cuando llegué, solo se podían ver el cielo, el mar y la arena. El camino era largo y la lucha, ardua. Cavé con mis manos en un valle del arenal y hallé agua fresca. Mi imaginación superó los años por venir y vi verdear las colinas, blancos chalets de rojos techos y arboledas.»

Con esas palabras, Carlos Gesell (1891-1979) solía contar cómo nació su visión. La decisión estaba tomada: «Sin pensarlo más» –escribió en su diario– «resolví comprar todo lo que mi dinero me permitiese.» Entonces, utilizando especies nativas de árboles, comenzó con la fijación de las dunas para luego seguir con la forestación completa de aquella área.

De esa manera, con esfuerzo y dedicación, fundó una ciudad que hoy día es la residencia de una población de 30.000 habitantes y el deleite de miles de turistas que llegan cada verano.

Toda una inmensa arboleda comenzó con un hombre que se animó a plantar un primer árbol. El sueño de una persona que no cedió ante el pesimismo y se aventuró en un gran proyecto que logró hacer realidad a lo largo de su vida.

Se dice que mientras abrazaba uno de sus árboles, Carlos expresó: «Triunfó mi fe. ¡Urbanicé un desierto!»

¿Qué «desiertos» urbanizaremos nosotros?

Sumérgete: No pasemos la vida con sueños y visiones de lo que nos gustaría realizar. Pidámosle a Dios que nos dé la sabiduría y las fuerzas necesarias para lograr lo que nos hayamos propuesto desarrollar. ¡Decidámonos a comenzar!

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