«El hombre malo, el hombre depravado, es el que anda en perversidad de boca.» (Proverbios 6.12)
Se suelen decir muchas mentiras acerca de la gente. Los famosos están acostumbrados a eso: las revistas y programas de televisión que se dedican al mundo del espectáculo siempre tienen noticias y chismes para contar acerca de ellos. ¡La mayoría suelen ser rumores que alguien inventó para perjudicar su imagen pública!
Las personas anónimas, que no salimos en los medios de comunicación, a veces también sufrimos experiencias de este tipo. De un momento para el otro alguien decide inventar una mentira acerca de un compañero o amigo, y pronto esa mentira se transforma en el comentario de mucha gente.
¡Qué feo cuando nos enteramos de algo así! La primera reacción lógica de las personas que se ven involucradas es intentar defenderse, aclarar que lo que se dice no es cierto, que jamás hizo tal o cual cosa. ¡Incluso dan ganas de vengarse de quien habló mal y pagarle con la misma moneda!
Si nos llega a pasar algo por el estilo, hagamos lo posible por guardar la calma. Si lo que dicen es mentira, ¿por qué nos vamos a preocupar? Nosotros debemos decidir vivir de acuerdo a la verdad y que los demás vean nuestra conducta. Por supuesto: si descubrimos quién inició aquello, está bien que busquemos la manera de hablar y expresarle lo que sentimos.
Pero jamás perdamos el tiempo ni la alegría de vivir por los inventos y rumores que se digan a nuestras espaldas. ¡Que el entusiasmo y la paz sean características permanentes de nuestra manera de ser!
Sumérgete: ¿Qué habría pasado si Jesús hubiera malgastado su tiempo peleando con quienes hablaban mal de él? Cuántas horas habría perdido defendiéndose de las críticas… Decidamos agradar a Dios y dejemos que él nos defienda en todo momento.