«Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien.» (Salmos
139.13-14)

¿Qué vemos cuando nos paramos frente al espejo? Seguramente hay momentos en los que desearíamos ser otra persona. ¡Tantas presiones a nuestro alrededor!
Los medios, las revistas y los comerciales de la TV suelen mostrar imágenes del tipo de persona que tendríamos que ser. Los diseñadores de ropa también hacen lo suyo, como si dijeran: «Ésta es la forma correcta de vestirse, éste es el cuerpo que deberías tener.» Además están aquellos con quienes convivimos día a día, que nos hacen sentir que si no hablamos de tal o cual manera, si no alcanzamos determinada apariencia física o si no compramos el calzado que está de moda, no podremos pertenecer a su grupo.
A veces nos gustaría gritar: «¡Paren el mundo que me quiero bajar!»
Las presiones son tan fuertes que, a menudo, nos hacen pensar que no valemos nada, que no hay belleza en nosotros, que jamás tendremos amigos duraderos y un sinfín de mentiras por el estilo. Incluso podrían tentarnos a probar las drogas o padecer trastornos alimentarios como la bulimia y la anorexia.
¿Qué hacer frente a todo esto?
Pidámosle a Dios que nos ayude a ser libres de los pensamientos que destruyen nuestra autoestima. Seleccionemos bien lo que miramos y escuchamos. Busquemos nuevos amigos que no condicionen su amistad. Acudamos a una iglesia y, si es necesario, a un centro de asistencia psicológica. Y por encima de tantas voces que quieren confundirnos, leamos la Biblia cada día y «escuchemos» lo que Dios dice acerca de nosotros mismos.
Sumérgete: En la Biblia encontraremos el «espejo» en donde podremos vernos como Dios nos ve. ¡Él no nos mira como nosotros o los demás lo hacen!
Más artículos para crecer en la fe y conocimiento de la Biblia: haz clic aquí