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¡Quién dijo que es fácil resistir las tentaciones!

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«No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?» (Génesis 39.9)

¡Quién dijo que es fácil resistir las tentaciones!

No era nada fácil estar en su lugar. ¡La tentación era muy grande! Una mujer bonita intentaba seducirlo todos los días, a toda hora y de diversas maneras. A ella no le importaba engañar a su marido. Quería tener relaciones sexuales con José, el más apuesto de los servidores.

El muchacho siempre buscaba la forma más cortés de negarse. La situación era difícil porque su jefe, Potifar, siempre se encontraba fuera de la casa. Solamente estaban la mujer, algunos empleados y José, el administrador principal.

Fue así como una tarde la esposa de Potifar sorprendió a José por detrás, lo tomó de la ropa e intentó obligarlo a acostarse con ella. ¡El joven se negó y huyó de inmediato del lugar!

El resto de la historia es conocida: la mujer se quedó con una prenda de José, llamó a los demás para decirles que había querido aprovecharse de ella, lo que finalmente hizo que Potifar metiera preso a José. También sabemos, al leer la Biblia, que Dios jamás abandonó a José. Al contrario: la pureza y la fidelidad del muchacho fueron recompensadas por Dios con una vida de éxito.

¡Quién dijo que es fácil resistir las tentaciones! Por todas partes tenemos invitaciones y posibilidades de hacer cosas que no le agradan a Dios ni serán buenas para nosotros. En todo momento recordemos el ejemplo de José, quien no jugó con el pecado sino que decidió agradar a Dios y escapar de la tentación.

Sumérgete:

La tentación es como el fuego: es obvio que nos quemaremos si jugamos con él. Por eso, ¡miremos para otro lado! ¡Cambiemos de canal! ¡Dejemos esas amistades! ¡Busquemos la ayuda de Dios! Digámosle «no» a la tentación.

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