«Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos.» (Salmos 32.8)

Cuenta la leyenda que Beethoven, el gran compositor alemán, acostumbraba caminar por el bosque para realizar ejercicio y buscar inspiración para sus creaciones.
Un día, durante uno de sus paseos, escuchó una melodía que le llamó la atención. A pesar de que ya estaba perdiendo el oído a causa de una creciente sordera y que la combinación de las notas que escuchaba no era tan armoniosa, de inmediato se dio cuenta de que aquélla era una de sus piezas musicales más famosas.
Descubrió que el sonido provenía de una pequeña casa en la ladera de la colina. Caminó hasta allí y por la ventana observó que un niño ciego sentado al piano intentaba interpretar aquella melodía para su familia.
Emocionado por la situación, el compositor no resistió el deseo de golpear a la puerta y pedirles que lo dejaran entrar. Los dueños de casa asintieron intrigados por conocer la identidad de aquel personaje.
Beethoven se acercó hasta el piano y le pidió al pequeño que lo dejara tocar. Sus magistrales manos interpretaron la misma melodía de una manera tan perfecta y hermosa que hizo que el niño ciego saltara de alegría gritando: «¡Es el maestro! ¡Es Beethoven!»
Las personas viven como mejor les parece, pero sin la ayuda de Dios es imposible lograr la armonía perfecta. ¡Permitamos hoy mismo que aquel que compuso nuestra vida sea quien nos dirija y enseñe cómo vivir en plenitud!
Sumérgete: Leamos la Biblia y hablemos con Dios en oración cada día. Escuchemos sus consejos, compartamos con él nuestros sentimientos y aprendamos desde la juventud cómo vivir una vida dichosa, tal como nuestro creador diseñó para todos los seres humanos.