«Tendrás confianza, porque hay esperanza; mirarás alrededor, y dormirás seguro. Te acostarás, y no habrá quien te espante; y muchos suplicarán tu favor.» (Job 11.18-19)
¡Nunca perdamos la confianza en Dios!
La gente se desilusiona y se da por vencida muy rápidamente. A veces ni siquiera aguarda lo suficiente como para darse cuenta de que los problemas no son tan serios como parecían al principio, y entonces se «ahogan» en un «mar» de ansiedades, preocupaciones y nervios.
Pero si confiamos en Jesús, una de las características visibles de nuestra vida será la esperanza, esa capacidad que se cultiva y desarrolla a lo largo de los años. Compañera inseparable de la fe, se activa cuando el panorama se torna oscuro y sin probabilidades de éxito. ¡Es entonces cuando despliega su poder para sostener el espíritu de quienes deciden ponerla en práctica!
Debemos tener esperanza acerca de nuestro país y creer que Dios cambiará la situación si las personas permiten que él guíe su destino.
Debemos tener esperanza acerca de nuestra familia y creer que Dios unirá, fortalecerá y hará crecer el amor en cada circunstancia.
Debemos tener esperanza acerca de nuestro futuro y creer que Dios nos ayudará a lograr los objetivos que nos hayamos propuesto.
La esperanza nos dará entusiasmo y energía para vivir al máximo y compartir el amor de Jesús con todos los que nos rodean. ¡Solo quienes tengan esperanza podrán disfrutar una vida plena!
Sumérgete: Lo contrario de la esperanza es la duda y la falta de fe. ¡Nadie puede triunfar si no cultiva la esperanza! Leamos la Biblia y hablemos con Dios en oración. ¡Al que cree todo le es posible!
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