Pablo, llamado por la voluntad de Dios a ser apóstol de Cristo Jesús, saluda, junto con el hermano Sóstenes, a los que forman la iglesia de Dios que está en Corinto, que en Cristo Jesús fueron santificados y llamados a formar su pueblo santo, junto con todos los que en todas partes invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor nuestro y del pueblo santo. Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo derramen sobre ustedes su gracia y su paz. (1 Co 1.1-3, DHH)
Por Guillermo Ramírez Muñoz
Introducción
Al leer la presentación que hace Pablo de sí mismo en la introducción a la primera Carta a los Corintios, corroboramos la alta estima que el apóstol tenía de su vocación y cómo la afirmaba en momentos importantes de su vida. Esta apreciación por la vocación divina es igual de cierta en el Antiguo Testamento. En la iglesia cristiana contemporánea también le otorgamos un valor muy significativo al llamado que recibimos de Dios. Generalmente, asumimos que entendemos las implicaciones teológicas y culturales de los relatos bíblicos de vocación, pero ¿debemos presuponer que el significado que le conferimos a la experiencia de vocación divina hoy es similar a la que encontramos en los relatos bíblicos? ¿Cómo se compara la manera de entender la vocación en los tiempos bíblicos de la del nuestro?
El término «vocación» puede evocar varias ideas en nuestras mentes. La raíz del término, según la recibimos en español, viene del latín, vocatio. En griego, uno de los vocablos más empleados es kaléõ y en hebreo es qara.1 El texto bíblico nos ofrece una variedad de formas en que la idea de vocación es usada. Encontramos un sentido general del vocablo. Génesis 1.27-31, por ejemplo, representa uno de los llamados de Dios dirigido a toda la comunidad humana para administrar la tierra, el mundo creado por él. Después de crearnos a su imagen y su semejanza (con la capacidad para amar y de ser co-creadores junto a él), Dios nos bendijo y nos dio el privilegio y la gran responsabilidad de continuar la extensión humana sobre la tierra y gobernar sobre la naturaleza, siguiendo los mismos valores y principios que Dios manifestó en su creación. 2 Este es un llamado que recibimos todas las criaturas humanas. A través de la Biblia, encontramos otros textos donde se reafirma esta idea general de vocación.3Esta perspectiva inclusiva de la vocación divina está relacionada con una serie de preguntas existenciales importantísimas para su contexto sociocultural, entre otros asuntos. Por ejemplo, ¿Qué propósito y destino final tiene el ser humano en este mundo creado por Dios? ¿Qué relación tiene este llamado con mi identidad y cómo me dirige en mis relaciones con mi prójimo? ¿Cómo debemos responder a su llamado? Ciertamente la vocación desde esta perspectiva también incluye un aspecto ético y existencial.
Otro sentido del término es uno más específico donde Dios convoca a personas particulares, que a su vez llaman a su pueblo a responder a su vocación. Abraham, por ejemplo, fue convocado por Dios a salir de su tierra y de su pueblo y dirigirse a una tierra que Dios le mostraría para formar una gran nación y ser de bendición a las demás naciones (Gn 12.1-3). Esta segunda perspectiva no ignora el primer tipo de vocación, pero centraliza la atención en personas particulares. En el caso de Abraham observamos una preocupación particular en la forma como se formula su llamado. La tarea que recibe Abraham tiene una misión especial y un fin último: ser la semilla para la formación de un gran pueblo, ¿Con qué finalidad?: para servir de bendición, de ayuda al resto de la creación de Dios. En el Nuevo Testamento, el llamado a la comunidad cristiana reafirma este sentido del llamado. En la carta de Pablo a los Romanos, por ejemplo, el llamado es a sentirse parte del cuerpo de Cristo y a ejercer su responsabilidad comunitaria según los dones que cada uno ha recibido de parte de Dios (Ro 12.1-21).
Relatos de vocación
Ahora bien, cuando hablamos de relatos bíblicos de vocación seguimos afinando el sentido del concepto. Aquí le prestamos atención a unos llamados bíblicos que podemos identificar por medio de unos rasgos literarios particulares. A esos relatos de vocación le dedicaremos este breve artículo.
Los relatos bíblicos de vocación, como sugiere el mismo término, tratan sobre los llamados que reciben ciertas personas en la Biblia de parte de Dios, o a través de un mediador suyo, para llevar a cabo una tarea o misión especial para el Señor. Los relatos de vocación tienen un significado teológico muy importante, no solo para comprender la identidad y la misión de las figuras que reciben los llamados, sino para entender cómo se comprende la vida en el entorno de la cultura bíblica. Desde el punto de vista literario, estas convocatorias exhiben una estructura o forma literaria básica que ha llevado a los eruditos a considerarlos un género literario particular. Al analizar este género, los especialistas se han percatado que esta clase de relatos se encuentran no solo en la Biblia, sino a través de diversos textos de la literatura antigua. 4 Cuando estudiamos estos textos, descubrimos que los relatos extrabíblicos ejercen una función social muy parecida a la de los relatos bíblicos. A pesar de que proceden de diversos contextos sociales y períodos históricos, cuando analizamos y comparamos tanto los relatos bíblicos como los extrabíblicos en conjunto, se reflejan unos rasgos característicos comunes entre muchos de ellos. Esta característica es muy valiosa para nuestro estudio por varias razones. Primero, nos ayuda a confirmar cuán importante ha sido esta forma de expresión literaria para comunidades diferentes a través de los siglos. Segundo, al tener a nuestra disposición una diversidad de relatos y ejemplos tan variados, podemos identificar criterios más confiables para analizar su naturaleza, sus propósitos y su función social en diferentes escenarios. Tercero, podemos comparar e identificar los rasgos característicos que comparten, al igual los rasgos que los distinguen.
Perspectivas Antropológicas y Sociológicas
Los estudios antropológicos y sociológicos nos han ayudado en forma significativa a entender los relatos de vocación según han sido identificados a través de la historia de la humanidad.5 Entre las funciones sociales más importantes que estos relatos cumplen en las sociedades, deseamos destacar dos. La primera función es de legitimación. Ciertamente estos relatos legitiman o dan credibilidad a las personas que reciben el llamado de Dios para llevar a cabo una misión especial en su vida. Aunque los relatos de vocación no son las únicas manifestaciones humanas que conocemos que legitiman la identidad de las personas, estos, sin lugar a dudas, juegan un papel muy importante para justificar y explicar la razón de ser de ciertas conductas, tareas, misiones, estructuras comunitarias e instituciones que existen en las sociedades.6En la Biblia, como en otros textos de la antigüedad, los relatos de vocación confirman la autoridad de ciertas personas (por ejemplo, jueces, profetas y reyes) para actuar públicamente en nombre de su dios. Estos relatos, junto a otras prácticas comunitarias, también sirven para explicar por qué una persona hace lo que hace, por qué se conduce de tal manera y por qué se espera que se le conceda un lugar especial de honor, reconocimiento y prestigio en su comunidad (véase el llamado de Elías en 1 Reyes 19.1-21, fundamentalmente vv. 15-18). Especialmente, estos relatos explican el origen y cómo le fue conferida la autoridad a la persona que recibe el llamado para llevar a cabo cierta misión especial.7
La segunda función que estos relatos le otorgan a las personas interpeladas por Dios es que ofrecen una evidencia concreta para que la persona afirme su identidad y pueda defenderse de quienes intenten poner en entredicho su autoridad y capacidad para ejercer la tarea que realiza. Un ejemplo en el Nuevo Testamento está relacionado con el apóstol Pablo (Hch 9.1-6; Gl 1.10-16; 1 Co 9.1–5; 15.1–10) y en el Antiguo Testamento en Jeremías (Jer 1.1-19).
Al estudiar los relatos bíblicos de vocación, una de las cosas que nos percatamos de inmediato es que, en su mayoría, ellos no ocurren en momentos de inactividad o retiro en la vida de la persona convocada por Dios, sino que muchos de ellos aparecen en situaciones de crisis o de conflictos (véanse, p. ej., el caso de Moisés en Ex 2.23—4.17; 6.2-12; 7.1-17; y de Amós en Am 7.10-17). En múltiples ocasiones encontramos que estos llamados afloran cuando están en juego algunos valores fundantes y no negociables de la comunidad. También descubrimos que la comisión o llamado de vocación conlleva una decisión ética que representará un desafío muy serio que la persona comisionada tiene que enfrentar y, en ocasiones, hasta pagar con un precio personal muy alto (Os 1.1-9; 3.1-5).
Diferencias culturales
Debido a que en nuestra sociedad y cultura moderna algunos de los entendimientos de los relatos de vocación bíblicos podrían interpretarse de forma distinta, es necesario que destaquemos algunas de las características que diferencian una cultura de otra al momento de leer, interpretar y traducir estos textos bíblicos. Primero, uno de los mayores retos lo enfrentamos al no poder diferenciar claramente la visión bíblica de mundo (su cosmología; sus presuposiciones sobre el ser humano; su visión de la divinidad; etc.) de las de nuestro contexto moderno. Por ejemplo, el mundo moderno que hemos heredado, donde hemos recibido nuestra educación, socialización y desarrollo, está culturalmente orientado por una visión pragmática de la vida en la cual se privilegia y se valora todo lo que da resultados inmediatos, dejando a un segundo plano (como regla general) la reflexión sobre los principios que nos llevan a buscar esos resultados. Así, en ocasiones, la vida misma se puede concebir y reducir a un mero «instrumento» para lograr ciertos fines o resultados. Desde la perspectiva bíblica, la situación es diferente, como tendencia general la cultura antigua ejerce una presión al grupo en la cual se espera que la fidelidad a ciertos valores y principios sea una prioridad que demanda absoluto compromiso, independientemente del precio que se tenga que pagar para cumplir con «x» valor o principio (p. ej., obedecer la voluntad de Dios). De ahí, observamos en la Biblia, que una vez que la persona acepta su llamado (aún en casos de haber resistido el llamado inicialmente) está dispuesta a dar su vida en obediencia al mismo. Esta actitud hacia la vida es más bien extraña en nuestra cultura moderna, la cual está más orientada a privilegiar la toma de decisiones pragmáticas a nivel personal y colectivo.
Segundo, como tendencia general, en el mundo moderno se parte de un entendimiento mecanicista y científico de la vida. Esto es, los eventos que nos ocurren se asocian y atribuyen a causas naturales que inician el ciclo de causa y efecto. En el contexto bíblico, sin embargo, la pregunta inicial cuando ocurría un evento no era qué causó el efecto, sino quién intervino (ser divino, persona natural o sobrenatural) para que esto sucediera. En los casos bíblicos, los llamados son claramente atribuidos a causas divinas externas a la persona. Desde la perspectiva bíblica no sería lógico ni natural atribuirle o pensar solamente en una causa «natural» (por ejemplo, terremoto, sequía, inundación, etc.) para explicar la vocación de una persona. Aún las diversas causas naturales, se consideraban en última instancia, el resultado de la actividad divina. Tercero, la predisposición a pensar en la persona individual cuando se considera la relación entre Dios y el ser humano (como ocurre en la sociedad contemporánea) no sería una predisposición esperada ni tradicional para las comunidades bíblicas. En la Biblia, el tema de la vocación de una persona jamás es interpretado como un asunto individual entre Dios y esa persona. Por ejemplo, el llamado al profeta, presupone, de alguna forma, la comunidad que es en última instancia quien recibe el impacto del mensaje que lleva la persona llamada por Dios. Conocer estas características es sumamente importante al momento de leer, interpretar y traducir estos relatos, pues inconscientemente condicionados por nuestra cultura moderna podríamos destacar los asuntos equivocados.
Finalmente, la situación y posición social que tiene la persona dentro de su grupo es otro aspecto crucial para entender la importante función social de los relatos de vocación en la Biblia. Cuando se habla de la situación o de la posición de una persona en su grupo, se está hablando del honor, prestigio, reconocimiento público y respeto que la persona percibe que goza en su grupo particular. Estudios antropológicos sobre el tema revelan que el honor en la antigüedad y en los tiempos bíblicos se entendía diferente a cómo se concibe en las sociedades modernas con economías industriales y tecnológicas.8 En las culturas modernas, la posición social y el prestigio de la persona se percibe como algo que se puede alcanzar independiente del grupo social del cual proceda la persona. Los logros obtenidos por las personas se valoran como el resultado del esfuerzo individual, ya sea que se haya logrado a través del trabajo personal, el estudio o la dedicación de una persona a una tarea particular.
Sin embargo, en la antigüedad y en la Biblia, el honor y la posición de prestigio solo podían ser el resultado de dos causas principales: herencia y atribución. 9 Por causa de la herencia en el caso de algunos profetas y los sacerdotes (véanse, Lv 8.10-12,30-36; 1 R 18.20-40), y en casos de reyes, las personas recibían su designación por herencia o sucesión monárquica (véase 1 R 1.38-40). Por causa de alguna «atribución» o llamado por parte de una entidad divina (o su representante): esto es, cuando la persona no le correspondería heredar una posición social, era solamente a través de un llamado (expresado literariamente en los relatos de vocación) que se le podría comisionar para una función que solo podrían llevar a cabo las personas que pertenecían a ese grupo por vía hereditaria (véase 1 S 10.1; 2 S 2.1-4; 5.1-5; 2 R 9.1-7). En este último caso, los relatos de vocación son el testimonio y la evidencia que confirma un cambio de estatus o identidad social de una persona. De ahí que en la cultura bíblica, los cambios de identidad solo podían realizarse por la vocación divina (atribución) o a través del llamado de un intermediario suyo (un profeta, rey, sacerdote 10 o mensajero de Dios. Véanse Lv 8.10-12,30-36; Hch 9.1-9). Como las personas no tenían control de su origen de nacimiento ni podían intervenir en la voluntad divina, ningún logro o esfuerzo personal les podía hacer merecedores para formar parte de una familia de sacerdotes, profetas o reyes. La única manera de heredar esa posición era haber nacido en una familia del mismo linaje. Esto es así en la tradición monárquica como en la sacerdotal. Cuando no procedían de una línea dinástica o de una familia sacerdotal en sus comienzos era necesario que fueran investidos por un decreto divino. Véanse los casos de Saúl y de David (1 S 10.1-27; 2 S 5.1-5, 7. 1- 29). Los ritos de entronización confirmaban su identidad y los derechos otorgados por la divinidad al rey. Este cambio de identidad y de posición social jamás era concebido como el resultado de un logro o un esfuerzo individual o provocado por causa humana. En los casos que esto no era así, de alguna forma, se procuraba identificar el momento de la intervención de la figura divina que legitimaba y confirmaba la nueva identidad de la persona. El acto de ungir a un rey lo convertía en una figura «sagrada» (1 S 24.6; 26.11) y le permitía llevar a cabo algunos actos de sacrificio (1 S. 6.17; 15.12; 1 R 9.25; 12.32-33).
Desde el punto de vista de la sociología, se presupone que en las sociedades antiguas los grupos que evidencian estos llamados han alcanzado un desarrollo y un nivel complejo de diferenciación social que hace necesario la distinción de tareas y la distribución de responsabilidades particulares. Los llamados de vocación contribuían a crear y mantener los límites o fronteras culturales (en el ámbito de la tribu, la monarquía, la organización social, el sistema legal, las relaciones étnicas, religiosas, políticas, etc.), que a su vez servían para afirmar o ayudar a identificar las estructuras internas del grupo; por ejemplo, diferencia entre quienes pertenecen o no pertenecen al grupo de profetas y qué función y autoridad tienen sobre el resto de los miembros del grupo. Los estudiosos del tema tienen a su alcance suficiente literatura bíblica y extrabíblica, así como de otros contextos modernos, para no solo construir un perfil de este fenómeno, sino para reconstruir estructuras o tipologías de los relatos de vocación en diversos entornos sociales.
*****Busque la segunda parte de este artículo aquí: «Relatos de vocación — Parte 2»
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Notas y referencias
1 Schmidtm K.J. kaléõ en TDNT-III: 487
2 Véase Gregorio del Olmo Lete, La vocación del líder en el Antiguo Israel (Salamanca: Universidad Pontificia, 1973), pp. 9-16 (Ex. 19.5; Dt. 7.6). Este trabajo es uno de los estudios más extensos y rigurosos en español sobre el tema. Véase, también, Leonardo Boff, El destino del hombre y del mundo (Santander: Editorial Sal Terrae, 1980).
3 Véanse Génesis 1 y 2 (relatos de la creación); Mateo 9.13 (Dios llama a pecadores al arrepentimiento); Romanos 8.30 (llamamiento a todos a salvación); Romanos 9.24 (Dios llama a judíos y gentiles).
4 Martin Buss, “Anthropological perspectives upon prophetic call narratives” Semeia 21 (1981): 9-30; Arthur J. Droge “A call story (gospel)”, ABD: 821-823. Benjamin J. Hubbard, “A Commissioning Stories in Luke – Acts: A Study of Their Antecedents, Form, Content” Semeia 8 (1977): 107 – 113.
5 Martin Buss, Semeia 21 (1981, 9-30); Arthur J. Droge, ABD-I: 821-823.
6 Entre otras manifestaciones sociales que complementan las vocaciones podemos encontrar los ritos de iniciación tales como los bautismos y los ritos de transferencia: ceremonias de coronación y las ceremonias de bodas. Desde el punto de vista literario, ciertos cuentos, relatos, leyendas y mitos también han sido empleados como vehículos para confirmar vocaciones o llamados.
7 Meredith B. McGuire, Religion: The Social Context (Belmont: Wadsworth Publishing Company, 1992), pp. 29-30, 45-46, 180-183, 218-219,270-272. Aquí se trata el tema como una legitimación religiosa.
8 Bruce J. Malina El mundo del Nuevo Testamento: Perspectivas desde la antropología cultural (Estella: Editorial Verbo Divino, 1995), pp. 45-83.
9 Atribución aquí recibe un significado básico: Dios faculta, le delega a una persona la responsabilidad y autoridad para ejercer un cargo.
10 En el caso de los sacerdotes, en principio, solamente Moisés y Aarón pasaron por esta experiencia. Luego, los demás sacerdotes obtuvieron su designación por vía de la herencia de una familia sacerdotal.