«No me he sentado con hombres hipócritas, ni entré con los que andan simuladamente. Aborrecí la reunión de los malignos, y con los impíos nunca me senté.» (Salmos 26.4-5)
La tienda estaba repleta de gente y detrás de Camila se había formado una larga fila de personas ansiosas por pagar sus compras e irse del lugar. ¡Qué momento le hizo pasar la cajera cuando le dijo en voz alta, como si deseara que todos la escucharan, que le había pagado con un billete falso!

Camila no recordaba dónde ni cuándo había caído en sus manos esa falsificación, pero lo cierto es que ahora estaba muy enojada porque alguien la había engañado y la hizo vivir esa situación incómoda.
¡Qué vergüenza cuando alguien descubre que una persona no es auténtica!
Ocurre con la gente que le sonríe a los demás, pero vive amargada con su familia. Pasa con las personas que aparentan ser religiosas, pero su vocabulario deja mucho que desear. Sucede con aquellos que dicen ser buenos amigos, pero luego hablan mal de quienes confían en ellos.
Los seguidores de Jesús siempre debemos tratar de ser auténticos en todo lo que decimos y hacemos. Podremos lograrlo cuando…
…le pidamos a Dios que nos ayude a conocerlo a través de la oración y la lectura de la Biblia;
…intentemos que nuestras palabras se transformen en hechos;
…hagamos lo posible por vivir las cosas en las que creemos.
Seremos personas auténticas al disfrutar del amor de Dios en nuestra vida, y su amor hará posible que nos amemos a nosotros mismos y a los demás sin necesidad de máscaras ni de apariencias de lo que no somos.
Sumérgete: Aceptarnos tal cual somos es el primer paso para ser personas auténticas. Saber que hemos recibido el perdón de Dios y que tenemos a nuestro alcance su continuo amor nos ayudará a ser personas sinceras, sin máscaras ni apariencias.