Cada año, los judíos celebran la fiesta de «Shavuot» (Pentecostés), en la que conmemoran la entrega de los Diez Mandamientos a Moisés en el monte Sinaí.
Por Elías L. Benarroch
Literalmente traducible como «Semanas», por las siete semanas que deben transcurrir desde la Pascua, «Shavuot» es la segunda de las tres fiestas del peregrinaje a Jerusalén que la Biblia prescribe a los israelitas para hacer sus ofrendas en el Templo.
«Junto con Pesah (Pascua) y Sucot (Tabernáculos), Shavuot completa el triplete de las fiestas que conmemoran el Éxodo, la salida de los israelitas de Egipto», explica a EFE el rabino Meir Shalom sobre un episodio que ocurrió hace 3400 años.
Pruebas científicas del Éxodo no existen. Algunos historiadores sugieren, no obstante, que se debe a un error de base en la cronología regional —determinada por la historia del antiguo Egipto— y que si se corrigiera, algunos restos u objetos encontrados en el desierto del Negev, puerta de entrada a Israel desde el Sinaí, podrían estar relacionados con el Éxodo.
La fiesta, conocida en el cristianismo como «Pentecostés» (del griego «quincuagésimo»), se conmemora durante un solo día en Israel y dos en el resto del mundo.
Los 49 días que han de transcurrir desde la Pascua —que conmemora el Éxodo en sí—, constituía para los bíblicos israelitas un período de purificación espiritual hasta recibir la Torá, los fundamentos de la ley religiosa judía.
«La imagen de Moisés recibiendo los Diez Mandamientos en dos tablas es producto de la iconografía judeocristiana; en realidad los judíos creemos que Dios transmitió allí a Moisés toda la Torá, y no solo la escrita sino también la oral», explica el religioso.
A través de la tradición judeocristiana muchas de las leyes que, según la Biblia, Moisés recibió en el Sinaí han pasado a formar parte de los códigos civiles y religiosos de las sociedades occidentales, como la prohibición de matar, robar o la instauración del monoteísmo.
«Hoy, muchas de las leyes y principios sociales que aparecen en la Torá forman parte de cualquier código de leyes, pero entonces eran una auténtica revolución social y religiosa», destaca Meir Shalom al recordar, por ejemplo, el día de descanso semanal o el dar de comer a los esclavos y animales antes de comer el amo.
Los judíos consideran el Shavuot como el punto culminante de su consolidación como pueblo, el momento final de un proceso de «iluminación», y la expresión de un compromiso inalienable con Dios tras aceptar sus leyes.
En la práctica, y a diferencia de otras fiestas religiosas judías, esta fiesta no requiere el cumplimiento de preceptos excepcionales, más allá de las habituales para cualquier jornada de descanso.
Solo tradiciones acumuladas por todo el mundo desde la destrucción del Templo de Jerusalén en el 70 d.C. y el comienzo de la diáspora, tiñen ligeramente de color una fiesta en la que suele consumirse productos lácteos y de la tierra para apelar a las cosechas del trigo y otros tipos de grano que se realizaban a mitad de primavera.
De estas cosechas los israelitas hacían sus ofrendas a Dios, hecho del que la fiesta recibe otro de sus nombres: de las Primicias.
En Israel, el Shavuot arrastra una masiva huida de gente secular a los lugares para acampar y los hoteles, mientras los ultraortodoxos y practicantes frecuentan las sinagogas para las oraciones.
Se trata de una fiesta que paradójicamente ha apartado de su memoria el lugar donde ocurrieron los hechos, el monte Sinaí, situado en el sur de la península egipcia del mismo nombre.
Pruebas que demuestren su lugar exacto no hay, pero desde el siglo iv, por designio de santa Helena, la tradición cristiana ve el llamado «Yabel Musa» (Monte de Moisés en árabe) como el lugar de la revelación de los Diez Mandamientos.
Para el judaísmo, el lugar en sí mismo es irrelevante desde hace milenios y sus pensadores creen que, como en el caso de la tumba de Moisés en el monte Nebo (Jordania), la Biblia no ofrece detalles sobre el lugar para evitar que se convirtiera en foco de peregrinaje y culto fuera del Templo de Jerusalén.
Fuente: EFE