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valores familiares

La Biblia en la familia – Parte 3

17 enero, 2021 by Servicio de publicaciones en Español Dejar un comentario

Cada integrante de la familia se desarrollará personalmente interrelacionándose con los otros. Si la tendencia actual es hacia el aislamiento, los principios bíblicos nos deben llevar a la integración en un contexto de amor.

Tercera parte del artículo «La Biblia en la familia». Para leer la segunda parte, haz clic aquí.

III – Del aislamiento a la integración

Por Marcelo Figueroa

Obviamente, la base y fundamento de la integración familiar primaria es el matrimonio. Desde sus primeras páginas, la Biblia nos ayuda a entender que la unión completa y complementaria de un hombre y una mujer es la base de la familia. A la integración marital bíblica —los dos llegan a ser como una sola persona— se agrega la separación familiar anterior —Por eso el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su esposa (Gn 2.24, DHH)—, que, como veremos más adelante no significa el aislamiento irresponsable de los mayores.

La Biblia presenta en sus páginas variados ejemplos de familias. Sus integrantes son personas de carne y hueso, con sus victorias, pero también con sus miserias. Esta pintura humana y trágica de la vida familiar, especialmente la de algunos héroes bíblicos, nos ayuda a iniciar la búsqueda de los valores espirituales de la familia desde una perspectiva realista, y desde allí, encontrar la respuesta a los interrogantes para el día de hoy.

Ya el primer matrimonio humano tuvo problemas de integración. La crisis de Adán y Eva los llevó a acusarse mutuamente ante su desobediencia a Dios. Sin quitar responsabilidad a Caín y Abel, Adán y Eva, como padres, no consiguen que sus hijos aprendan a amarse, y, como una de las consecuencias, se produjo el primer crimen filial de la historia humana.

La falta de armonía en el matrimonio de Isaac y Rebeca provocó una crisis familiar profunda (Gn 25.28).

La Biblia en la familia – Parte 2

Más adelante, las evidentes diferencias afectivas que Jacob hizo con sus hijos produjo la lucha entre hermanos que desencadenó un plan siniestro para deshacerse de José. Un plan que se presenta como alternativa «misericordiosa» al fratricidio, y que construye la mentira de una muerte accidental para ocultar la venta de un hermano con fines de esclavitud. ¿Podemos imaginar la vida de esta familia en la que cada hermano desconfía que el otro pueda contar la verdad? ¿Podría existir algún tipo de integración sana entre estos y su padre? Por supuesto que no. Sin embargo resulta aleccionadora la noble actitud de José que, en base al perdón y el amor, logra integrar a esta familia cuando eso parecía imposible.

Los errores y las victorias de estos personajes bíblicos y sus consecuencias nos sirven como enseñanza y ejemplo aleccionador. Así lo remarca Pablo cuando asevera que las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, y cuando alerta al decir: y estas cosas les sucedieron como ejemplo. Los matrimonios y familias actuales haríamos muy bien si tomáramos estas enseñanzas y ejemplos muy en serio.

La Biblia guía la integridad matrimonial por los senderos más profundos del amor, y no olvidemos que en el Nuevo Testamento, el amor está modelado en la persona de Jesucristo. El esposo debe recordar siempre que su amor conyugal está guiado por el ejemplo sacrificial de Cristo (Ef 5.25-27). Por su parte, la esposa decide, ante el amor sacrificial del marido, sujetarse a él por amor a Jesucristo (Ef 5.22-24).

El Cantar de los Cantares resulta una inmejorable referencia inspiradora para la vida matrimonial. Allí se expone, en forma poética, la belleza y pureza de la intimidad marital.

Dios y su Palabra deben ocupar un lugar central en la vida de toda pareja cristiana que esté en una sincera búsqueda de la plenitud y de la integridad matrimonial. En efecto, la ausencia de cohesión espiritual en el ámbito conyugal está en proporción directa con la falta de integración bíblica.

Para el matrimonio, el cuidado y la formación de los hijos, así como su integración al continente familiar son tarea indelegable. Debería significar esto una de las experiencias más fascinantes y hermosas de la existencia humana. En el mundo actual, sobreinformado en lo general pero infrainformado en lo trascendente, los padres deben enfrentar el desafío de transmitir a sus hijos los valores y principios que regirán sus primeros pensamientos, así como sus conductas concretas. Esos valores y principios los llevarán consigo en su memoria por toda su vida. La instrucción bíblica temprana del niño le dará herramientas para que en su vida adulta no se aparte del camino de la vida trascendente (Pr 22.6).

La Biblia en la familia – Parte 2

Sin embargo, en la actualidad, muchos padres, para no ser considerados como autoritarios ni perder su cómoda pasividad, abandonan su responsabilidad de transmitir valores absolutos a sus hijos, arrojándolos a la tiranía del desvalor y de sus impulsos naturales.

Debemos reafirmar que es imprescindible para todo padre de familia transmitir esos valores y principios absolutos a sus hijos. Hay principios absolutos porque existe el Absoluto, hay valores trascendentes porque reina un Dios eterno. Como dice Jaime Barylko: «La religión es educación en la ética. Si Dios existe no necesita de ti; te necesita a ti».[1]La comunicación de los valores bíblicos a nuestros hijos es una obligación imprescindible. Barylko presenta como su postulado básico: «La religión es una parte de la cultura, que debemos conocer y dominar. Así como no hay derecho a criar a hijos ignorantes en matemáticas o en gramática o en ciencias naturales, tampoco lo hay para cercenarles la posibilidad de conocer los significados de la religión… A la pregunta ¿con qué derecho cría a su hijo en religión?, creo que corresponde otra pregunta: ¿Con qué derecho cría usted a su hijo sin religión?».[2]

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La Biblia en la familia — Parte 1

1 enero, 2021 by Servicio de publicaciones en Español Dejar un comentario

Las familias viven y se desarrollan en un contexto social y temporal determinado. En la actualidad, ese contexto presenta características singulares y contradictorias, que influyen en la vida familiar. Es mi deseo, que estas breves reflexiones sobre la Biblia en la familia estimulen a otros a continuar y perfeccionar estos pensamientos y de esta manera hacer que la Biblia signifique para la vida individual, familiar y de la sociedad actual no un libro más sino el horizonte y la guía indispensable para una vida más plena que dé honra a Dios, nuestro Padre, Creador del maravilloso continente llamado «familia».

Por Marcelo Figueroa

I  Del relativismo a los valores eternos

Jesús finaliza su Sermón del monte con una parábola en donde participan dos personas que construyen su casa. (Mt 7.24-29). Allí, el Señor traza una relación directa de dos conductas opuestas frente a un mismo hecho. Califica a uno de los edificadores como prudente y al otro como insensato. El prudente trabaja sobre bases firmes y el otro construye sin fundamentos sólidos. Luego, circunstancias adversas afectan a ambos por igual y las consecuencias resultan inevitables y evidentes. Para el insensato la ruina de su casa y para el otro la permanencia de su vivienda. Esta enseñanza magistral de Jesús, relaciona al prudente con aquel que oye la Palabra de Dios y la pone en práctica, y al insensato con aquel que oyendo esa misma Palabra no la obedece.

Se me ocurre trazar un paralelismo entre los edificadores de las casas de la parábola de Jesús y los integrantes de una familia y evaluar asimismo esos conceptos frente a las circunstancias que afectan la vida familiar en la época que nos toca vivir.

A los conceptos psicológicos que sostienen que todas las identidades, inclusive las familiares, están en permanente elaboración o construcción, debemos acercar el concepto bíblico de esta parábola. Asimismo, debemos considerar que san Pablo nos recuerda que además de poner cuidado en la piedra fundamental de la construcción se debe seleccionar diligentemente los materiales de la edificación (1 Co 3.10-14). En la construcción de una familia cristiana es fundamental la aceptación de la autoridad de la Palabra de Dios, que tendrá su manifestación práctica en el desarrollo de las virtudes cristianas como el amor, el servicio, la piedad, etc.

Paradigmas y relativismo moral

Hoy existe la extendida premisa que todo esta permitido mientras se enmarque dentro de la utilidad propia y el ejercicio privado. Esos paradigmas derivan  en un relativismo moral que enmascarado de tolerancia y respeto encierra tras de sí el antiamor de la indiferencia. Bajo estas premisas, nada es malo ni bueno en sí mismo.

La familia, está amenazada por estos conceptos. Y en muchos casos, los introduce y los adopta como propios. Esta siembra del «desvalor» en la vida familiar, lejos de ser en un signo de madurez, como se quiere mostrar, es la semilla de la permisividad que dará necesariamente como fruto la destrucción de la familia.

La Biblia en la familia — Parte 1

Frente a los embates de ese relativismo posmoderno, la Biblia debe significar para la familia cristiana la norma suprema, y su aplicación la única forma de mantenerse firme y sana.

El relativismo moral, la carencia de normas explícitas y universales sobre los principios fundamentales de la vida llevan al rechazo y menosprecio de cualquier normativa absoluta, sea de índole social, legal y especialmente espiritual. Rechazando normas absolutas se rechaza a un Dios Absoluto.

El Dios de la Palabra de Vida es un Dios absoluto y excluyente. En la revelación veterotestamentaria lo encontramos presentándose ante Moisés como Yo soy el que soy (Ex 3.14). Luego, en el primer mandamiento del decálogo, Jehová reclama exclusividad a sus seguidores cuando dice:No tendrás dioses ajenos delante de mí (Ex 20.3).En el Nuevo Testamento es Jesucristo quien se proclama el «Yo soy». Lo hace por ejemplo al declararse la manifestación visible de elementos o valores absolutos como la luz, el camino, la verdad, la vida, etc. en su dimensión espiritual. (Jn 8.12; 14.6; 11.25). También es Jesús quien se muestra excluyente cuando proclama que: El que no está conmigo, está contra mí; y el que conmigo no recoge, desparrama (Mt 12.30, RVR-95).

Una realidad a enfrentar

Para el hombre de hoy no existen inconvenientes en creer en uno o en varios dioses, y eso no solo facilita el relativismo moral y la ausencia de valores sino que también lo promueve. Estos dioses convencionales y acomodaticios no hacen ninguna demanda moral y simplemente están al servicio utilitario de quien los invoque y los haga actuar con la fuerza y el mérito de su propia fe.

¡El Dios de la Biblia está lejos de esta concepción! Mientras que el Dios revelado en las Sagradas Escrituras crea al ser humano a su imagen y semejanza (Gn 1.26), hoy es el ser humano quien «crea» sus dioses a su propia imagen y semejanza.

La importancia de la Biblia en la familia

En estos tiempos, resulta imperioso que las familias abracen la Biblia y encuentren allí la fe en un Dios que es galardonador de los que le buscan y que da a sus seguidores leyes inmutables y eternas para que, al seguirlas, alcancen la plenitud de su existencia individual y familiar. Solo la familia que oye las palabras de la Biblia y vive de acuerdo a ellas, permanecerá firme frente a los problemas, pruebas y angustias de la vida.

Josué, en una actitud digna de ser imitada, tomó esa decisión para su familia y la comunicó así al pueblo reunido: Si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová (Jos 24:15, RVR-95).

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Notas y referencias

[1]Lipovetsky, Gilles.El crepúsculo del deber(Editorial Anagrama, Madrid: 2000), 161.

[2]Georgia Campanini (citado por Enrique Fabbri), La familia fra publico e privato(Milán: Editorial Vita e Pensscero, 1979), p. 82

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