Orad sin cesar.» (1 Tesalonicenses 5.17)
En la época en que todavía muchas casas no tenían televisor, la gente hacía cosas muy graciosas con ese nuevo invento. Claro, era de comprender: estaban acostumbrados a escuchar música, novelas y noticieros a través de la radio. ¡Pero ahora la televisión le sumaba imágenes al sonido!
Daniel y su familia fueron los primeros del vecindario en comprarse un televisor. Estaban tan ansiosos por descubrir esa nueva experiencia, que apenas lo llevaron a su casa rompieron el embalaje original y lo instalaron en el salón principal.
Los niños se apresuraron a conectar el aparato a la electridad y encenderlo. Fue entonces cuando apareció la imagen de una persona a quien se la escuchaba hablar, pero solo se podía distinguir su silueta. ¡Un montón de rayas distorsionaban la visión! Pero como se trataba de algo novedoso para ellos, igual disfrutaron el momento.
Pasó una semana hasta que Daniel regresara del trabajo con una noticia: cuando le comentó a su jefe acerca del televisor y la distorsión, enseguida el hombre le dijo que se había olvidado de colocar la antena. ¡Por eso no se veía bien! Esa misma tarde compró e instaló aquel accesorio fundamental. ¡Ahora sí se podía ver bien!
Vivir sin tener la guía de Dios es como tratar de ver televisión sin instalar la antena. La gente trata de hacer lo que mejor le parece, pero nadie puede disfrutar la experiencia de una vida plena hasta que se conecte en oración con su creador.
Sumérgete: Conectémonos con Dios en oración en cada momento de la vida. ¡Veremos un mundo diferente a partir de nuestra relación con él!
