«En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.» (Juan 7.37-38).
Aunque cueste creerlo, todavía existen lugares en el mundo en donde el agua potable no es fácil de obtener, y muchas personas deben caminar largas distancias para conseguir un poco del preciado líquido para saciar su sed.
Algo similar ocurre en el plano espiritual: millones de personas transitan la vida sin satisfacer su sed interior. Ricos y pobres, sabios y analfabetos, famosos y desconocidos, marginados y poderosos, libres y presos; no importa el color de la piel o el trasfondo familiar, todos comparten la misma experiencia: ¡el anhelo de algo que los llene de felicidad y les dé sentido a sus vidas!
Muchos de nosotros hemos experimentado esa insatisfacción. La sociedad actual nos ha hecho creer que las cosas materiales, los logros académicos, las amistades o un sinfín de elementos podrán saciar nuestra sed espiritual. ¡Pero sabemos que no es así!
Sólo Jesús puede calmar esa sed. ¡Ahora y para siempre! Si queremos alcanzar una vida de éxito, tomemos la decisión de acercarnos a Cristo, verdadera fuente de H2O espiritual que llenará nuestro corazón y dará satisfacción a nuestra existencia. ¡Agua fresca y permanente para cada uno de nosotros!
Sumérgete: Vivamos cada día llenándonos de la vida de Jesús. ¡Él puede y quiere saciar nuestra sed!