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La fe nos sostiene a través del dolor

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«Aunque ande en valle de sombra de muerte no temeré mal alguno porque tú estarás conmigo» (Salmos 23.4). Los años 2020 y 2021 serán recordados en la historia como «los años de la pandemia». El mundo entero fue convulsionado. Sin embargo, todo siguió adelante y otros acontecimientos impactantes también tuvieron lugar.

Beirut fue golpeada por una explosión monumental. Solo en 2020 Estados Unidos fue azotado por 9 tormentas tropicales y huracanes. Ya en enero de 2020, Jamaica fue golpeada por un terremoto de 7.7 de magnitud. Y no debemos olvidarnos del derrumbe del edificio en Miami, donde muchas personas murieron sin siquiera saber qué les estaba pasando. Además, cayeron aviones, hubo deslaves y muchas otras calamidades que fueron opacadas por la pandemia.

En todas esas situaciones se han recibido testimonios de sufrimiento y dolor, así como de fe y triunfos. Ante todo esto, surgen preguntas en las mentes de todos nosotros: Si alguna de estas catástrofes nos hubiera sucedido a nosotros ¿Cómo hubiéramos respondido? ¿Habría podido soportar la pérdida de todo —y de todos— lo que poseo? ¿Habría podido mantener la fe? ¿Habría sido generoso con otros?

Ben Sherwood, autor de The Survivors Club (El Club de los Sobrevivientes), empezó a hacerse esas preguntas mucho tiempo antes del 2020. Después de años de entrevistar a personas que sobrevivieron a increíbles catástrofes, comenzó a cuostionarse: ¿Qué tienen estas personas que soportan lo que la mayoría no puede? ¿Hay ciertas características en los sobrevivientes que las víctimas no tienen? Y si eso fuera así, ¿podríamos aprender cómo convertirnos en sobrevivientes?

Sherwood comenzó una búsqueda para hallar respuestas. Entrevistó a innumerables miembros de su «Club de sobrevivientes». Conoció al único piloto de avión que sobrevivió a una eyección de emergencia cuando su avión iba más rápido que la velocidad del sonido y casi a nivel del mar. Entrevistó al único sobreviviente del piso 81 de la Torre Sur del World Trade Center. Habló con el ciclista de montaña que sobrevivió al ataque de un puma en un paraje solitario. Entrevistó a sobrevivientes de naufragios, accidentes de aviación, sobrevivientes del Holocausto y aun a aquellos que sobrevivieron a enfermedades terminales.

¿Qué fue lo que halló? Que hay varias claves que sugieren que personas comunes, como tú o yo, podemos integrar, en caso de accidentes, el selecto «Club de los sobrevivientes».

«Así que no durmamos como los demás, sino mantengámonos atentos y sobrios» (1 Tesalonicenses 5.6).

El primer factor para ser un sobreviviente es reconocer una verdad bíblica: En algún momento, la vida nos jugará una mala pasada. Sherwood escribe: «Parte de lo que diferencia a las víctimas de los sobrevivientes es la disposición de la persona a aceptar la adversidad y prepararse para ella antes de que la realidad la golpee».

Pocos de nosotros sabemos que el 96 % de las personas involucradas en algún accidente de avión sobrevive y siempre son los pasajeros que estaban preparados.

Una profunda característica de aquellos que pertenecen al «Club de los sobrevivientes», según los expertos en accidentes es «tener fe en Dios… que es el factor más importante en todos los escenarios con sobrevivientes».

Cuando Pablo le escribe a Timoteo su segunda carta, le dice: «Procura venir pronto a verme… Demas me ha desamparado… Crecente se fue a Galacia, y Tito a Dalmacia. Alejandro, el calderero, me ha causado mucho daño. En mi primera defensa nadie estuvo a mi lado: todos me desampararon. Pero el Señor sí estuvo a mi lado, y me dio fuerzas» (2 Timoteo 4.10-17).

Pero ¿qué clase de fe es esta? ¿Es una fe ingenua —enceguecida por un optimismo más ingenuo aun— la que acompaña a los sobrevivientes a través de circunstancias increíbles? No. Todo lo contrario. Es la fe basada en la seguridad absoluta de que el Señor nos cuida y protege aun ante las circunstancias más adversas. Él camina con nosotros a través del valle de muerte, y usa nuestras experiencias para nuestro bien ulterior.

Sin duda, en el curso de nuestra vida hemos pasado y tendremos que pasar por situaciones difíciles de experimentar. Estos años serán recordados como dos años especialmente cargados de pena, dolor y muerte. Pero debemos enfrentar las dificultades en la seguridad de que Dios está en su trono y reina, y que nada que nos pase habrá escapado a su control y amor.

Es claro que cuando David escribió el salmo 22 se sentía desamparado al verse rodeado de enemigos que buscaban matarlo. La situación era extremadamente difícil. Sin embargo, dice en los versículos 23 y 24:

«Ustedes, los que temen al Señor, ¡alábenlo!… El Señor no rechaza al afligido, no desprecia a los que sufren, ni esconde de ellos su rostro; cuando a él claman, les responde».

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