«El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.» (2 Pedro 3.9)

Todos los cristianos deseamos lo mismo: que cada persona pueda conocer el amor de Dios, recibir a Jesús en su corazón y disfrutar una vida completa, en la que siempre estén presentes la paz, el perdón y la alegría de compartir.
¡Queremos ver cambios! Transformar nuestras naciones para que reine la armonía y ya no exista más la violencia; la gente no se muera de hambre o debido a las adicciones; nadie viva en soledad sino que todos tengan la oportunidad de encontrar una familia; la corrupción sea un problema del pasado; se pongan en práctica los consejos de Dios para construir una sociedad mejor.
Por supuesto que no queremos –ni podemos– imponer nuestras ideas. Porque así obran quienes no tienen afecto y solo desean que los demás hagan lo que ellos dicen. Los seguidores de Jesús, en cambio, amamos a la gente y estamos interesados en verla feliz, con vida auténtica en su corazón. ¡Porque allí está el secreto de la transformación positiva de nuestro mundo!
Todos los esfuerzos que hacemos, las palabras que decimos y la obra de amor que desarrollamos explican nuestra pasión por lograr que todos tengan la oportunidad de escuchar el mensaje central de la Biblia: ¡que cada persona sepa que solo Jesús puede ofrecer perdón, libertad y verdadera felicidad!
¡Transformación total! ¡Nueva vida en Jesús!
Sumérgete: Cada cristiano debe hacer su parte en la transformación de su propia sociedad. Cada palabra y actividad deben estar llenas del amor de Jesús.
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