«Jehová, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel nuestros padres, conserva perpetuamente esta voluntad del corazón de tu pueblo, y encamina su corazón a ti.» (1 Crónicas 29.18)

Años atrás, cuando alguien prometía algo lo cumplía, y no era necesario recurrir a contratos o papeles firmados que aseguraran lo que se había dicho. ¡Perder el honor significaba sufrir la desconfianza y la vergüenza!
Hoy en día los compromisos suelen ser tan frágiles que se necesitan un montón de reglas y cláusulas para asegurar el cumplimiento de lo pactado. Y aún así, varios de ellos se deshacen de la misma manera en que comenzaron.
Los seguidores de Jesús, en cambio, debemos esforzamos por vivir como personas comprometidas, y por eso intentamos hacer lo que decimos e involucrarnos en las distintas realidades de la sociedad. ¡Tratamos de vivir como gente responsable y dispuesta a servir!
Dios desea que aprendamos a vencer la mediocridad –esa actitud del que solo hace lo indispensable y jamás se esfuerza por superar sus debilidades, tentaciones y pecados– y le entreguemos nuestra vida por completo a él, sin dejar nada de lado. ¡Que seamos jóvenes comprometidos con su pasión, entrega y amor!
Al fin y al cabo, lo que nuestro creador nos pide es lo mismo que Jesús hizo por nosotros al morir en la cruz. ¡Él es un Dios que nos ama, se nos acerca, nos ofrece su perdón y se compromete con nuestra realidad de vida!
Sumérgete: Dios nos pide que vivamos de manera comprometida, fiel y alegre. ¡Que reflejemos su amor en todo lo que decimos y hacemos!
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