«Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.» (Romanos 6.17-18)

Poco a poco Miguel entró en el mundo de las drogas. Al principio comenzó fumando hierba durante los fines de semana, cuando salía con sus amigos. «¡Pruébalo! ¡Verás que no te hará ningún daño!» –le decía un compañero de la escuela mientras depositaba un cigarrillo de marihuana en su bolsillo.
Miguel no recuerda bien cómo ocurrió, pero dice que una situación lo llevó a la otra y no tardó mucho en verse esclavizado por las drogas. Algo que había comenzado como una aventura pasajera se convirtió en una necesidad imperiosa. Su rendimiento escolar disminuyó, su carácter se volvió más violento. Para conseguir dinero para comprar cocaína llegó a hurtar cosas de su propia casa, su salud se fue deteriorando… ¿dónde había quedado aquel joven lleno de vida?
Miguel pudo haber muerto como tantísimos jóvenes que mueren cada año por culpa de las drogas, pero felizmente no fue así. Por una sobredosis de cocaína lo trasladaron de urgencia al hospital y allí, cuando «tocó fondo», se prometió a sí mismo y a su madre que haría todo lo posible para ser libre.
Ingresó en un centro de rehabilitación donde empezó a creer y confiar en Jesús, y aprendió a ser una persona diferente para triunfar sobre las adicciones. El proceso no fue fácil y llevó mucho tiempo. ¡Pero al fin logró la libertad!
¿Hay alguien en nuestro entorno que se sienta atrapado y sin salida? Hablemos de ello con personas que puedan ayudarnos. ¡Que nada destruya nuestra vida!
Sumérgete: Cuando creemos en Jesús y empezamos a confiar en él, tenemos las fuerzas para cambiar. Jesús puede y quiere romper las cadenas de las adicciones y darnos libertad para siempre.
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